Jarrones artesanos

Refluyen emanescencias en la pieza que hemos comprado. Advierto, en mí, la nostalgia de lo que ya conocía, del reencuentro. No sé porque, pero me satisface y atrae tal sensación.
Lo antiguo que apercibo en ese objeto es tan nuevo, como el árbol que, firmemente, con muy grueso tronco, otea el horizonte aparentando mucha edad, cuando en su camino esa edad es corta, es muy poca; camina hacia los cuatrocientos mientras esta recostado sobre la centena: Pura adolescencia.
Imágenes, formas y contrastes en el patio de mi casa, siendo poca la simplicidad en su presencia. Moldeadas figuras curvilíneas. Trazada de perfecta rectitud posada en la barandilla que sostienen jardineras y maceteros. Locura de capullos destetándose. Hojas verdes nacientes y amarillas moribundas. Ramas que se entrecruzan en perfecto kamasutra.
Cuentan y aposentan en mí los objetos, todas, cada una de sus miles de luminosas y renacientes e incandescentes estrellas. Cuentan acerca de lo que fueron antes, de lo que son ahora y sobre lo que estarán después.
La claridad plácida del entendimiento otorga poder sumiso: En su principio, cuando nos despierta, provoca agitación, para después, ya digerida la lección, pacificarnos al acentuar el placer que sostiene cualquier sorbo; como si fuera en cata; oliendo y paladeando, sintiendo la magia de cada elemento que nos ofrece la vida, cual elixir.
No desea perecer ningún sonido del vibrado, que surge en el golpeteo de las copas de cristal que celebran el festejo de continuos nacimientos. Parece que amainen y terminen los compases vitales, que desaparezca. Pero ¡no!, surcan los espacios, cruzan los tiempos y abriendo ventanas y puertas insospechadas nos saludan con más bienvenidas.
Por fin, decidí agarrar sentimentalmente el cántaro ya usado, que sobre la mesa del callejón artesano entonces vivía. Pregunté -¿cuánto?… Las ásperas manos ásperas del hombre resultaban explícitas, eran capaces de relatar sobre el viaje de la tierra: roca, tosca y dura, que maleada por el agua acabo como barro, siendo la labor de un hombre y mi futura fuente de verano.
Fuente de agua repleta, que con voz clara me llama y dice «acógeme con tus manos… Protégeme de cualquier caída».
Aquí todavía está, en la esquina tras la entrada izquierda de mi patio, junto al sediento rosal ensoñador. Pasó, de la tierra siendo barro a las manos del artesano. Se transformó por el arte del amasado movimiento y las ganas y necesidad del hombre. Pasó a ser participe del hogar anhelado. Pasó al rincon de mi patio; y es que rosales, claveles y bocas, lo estabán, hacía tiempo, esperando.
                

Un pensamiento en “Jarrones artesanos

  1. Jana dice:

    tienes mi absoluta admiracion.. bloqueadas mis manos quedan para comentarte, como haces de lo sencillo, real y humano algo tan increiblemente hermoso.
    en serio q ya me asombro de mi asombro. infinitas gracias..otra vez por todo lo q de ti escribes aki.
    ni los grandes conocieron tal potencial.. un abrazo.
     

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