Atrás quedan los alcoholes y morfinas

Ya hace tiempo
que desgrano los días poseído
por una exquisita adicción.

Cuya fuerza de empuje se debe
a una mezcla de ingrávida espiritualidad
que imanta fantasiosa,
a una asalvajada locura que me asalta, impetuosa,
y a varios pellizcos de analítica razón.
A la suma de una atracción persuasiva,
que como dardo certero asocia a los seres,
cuales deambulamos siendo probetas;
albergando, repletos de química.

Adicción maleada con el roce de las pieles,
capaz de colmar de elixires las copas
y estructurar las jornadas
a base de delirios innombrables
y de tentaciones que arrastran por indecorosas.
De izar los ideales hasta alcanzar
planetas por inventar,
y fecundar con tiento libidinoso
hasta cubrir con seda el corazón,
y darle blando colchón donde plañir,
lugar y manjares a la carne,
cuándo ésta se alza; hambrienta y sediciosa.

Adicción, también afianzada
en aquel diálogo que cursa con oído.
Que nos procura; espada ante los ataques
y capa y sombrero ante el frío.
La que se afianza en uno al recibir
la parte noble y comprensiva que precisa,
La que va más allá de signos manipuladores,
de las castas y roles improductivos.

Adicción alentada por el hacer y los recuerdos
que se desentienden del propio individuo
y de las polémicas que incendiarias queman
-dadas por las tan inevitables como maravillosas
diferencias que en todos imperan-

Diferencias que primero unen -al compensar
carencias y vacíos ajenos-
pero cuales más tarde, cabe separen,
al advertirse siendo distancia,
si es que la experiencia no emergiera anudando,
con una lectura que rebosara suma destreza.

318-omu G.S. (Bcn. 2014)

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