Como leyes insalvables, muerte y nacimiento: ¡voz evolutiva!.
Reconozco océanos de vida allá donde vaya ¡la vida es vida por sorpresa y por torbellino!. Se suceden nacimientos y ocasos que simplemente significan abono para el camino. Tanto nacimientos como ocasos resultan espontáneos; su sinceridad revienta debilidades: corazas, disfraces y mentiras.
Construyamos un hogar olvidando cualquier estigma: mano asida a mano, piedra sobre piedra, sonrisa sumada a sonrisa; todo es posible, pues disponemos de la Decisión. La destrucción es aterradoramente fácil, siempre está dispuesta junto a la inconsciencia; colaborar con la destrucción nos muestra dónde las almas enfermas. Contempla a la destrucción invadiendo tu casa y gritando a tu alrededor, reconocerás el enorme sinsentido cabido en ella, sabrás de la tanta crueldad habida en cada una de las mordeduras cuándo bestias —¿existe la involución?—.
Captar las maneras de la vida tras domesticar al entendimiento y reconocer el inmenso valor que recoge la muerte —aunque, la muerte, como gran desconocida, duela y duela… porqué también somos emociones—. Si hablamos de naturaleza, amplia y diversa, citar a la muerte equivale a naturaleza salvaje, naturaleza sabia, naturaleza ancestral. La muerte es viajera que conoce y comprende más allá de los hombres, es trayecto inexcusable escrito sobre todo destino.
Todavía es tiempo en cuál la mano de obra resulta imprescindible, y los que confabulan, manteniendo unas leyes y unas pautas injustas, así como moviendo a su antojo la economía, dependen de nosotros, los obreros, para multiplicar sus beneficios.
Nos faltan huevos para enfrentarnos al capital y a sus marionetas (en su mayoría, putos y traidores políticos). Nos faltan huevos y suficiente empatía como para montar una huelga, cohesionándonos, hombro con hombro, en pos de provocarle pérdidas económicas enormes a cualquier estado que nos maltrate (junto a con sus amos financieros), condicionándoles hacia un replanteo.
El egoísmo impera dentro de esta sociedad y sistema; los hombres protegemos, indecentemente, intereses individuales e insignificantes. Los hombres demostramos que nos importa un pimiento lo que le pase al vecino. Demostramos la inconsciencia, al no tener presente el que ese mismo monstruo que ahora tortura y daña a otros, tarde o temprano terminará por comernos… ¡Parecemos adictos a la ruleta rusa!.
Cuándo padres haremos mejor de hijos -si es que la vida nos permitiera aportar, así añadiéndole a nuestra especie otro pedacito más de continuidad sobre este planeta-.
Podremos, tras ser padres, deleitarnos y recordar un antes de efervescencia máxima y ofrecernos como amable consecuencia si todavía hijos de padres presentes; respaldados por una madurez que advierte la grandeza de compartir una misma sangre, y sentir, de una familia, cuánto apoyo reparte calor.
Mientras padres… Comprobaremos cómo de salvaje nace y brota y corretea el agua ya surgida desde la fuente. Vendrá delatada y será esparcida la dulzura de los niños encima de cualquiera que fuera nuestro carácter o nuestra edad.
Cedint-li el pas als núvols el blau desembolicat permet que el maquillen.
Les branques parlen fulles i aquestes, verdes, respiren; gronxant-se, orquestren imaginatives, xiulen. Com si reguessin canten les fulles! canten prop dels petons del cel.
El blau canvia de cares. Convida a imaginar i regira perspectives portant el que no hi ha. Les branques són mans volent agafar tot allò que el no res desconegut té dintre del sac. Les branques creixen gaudint de danses, properes a totes les adreces bategen espais. Creixen perquè tasten trossets de sol gotes d’ombra que passegen i la humitat quan, perdent les formes, mostra i dóna el seu sexe, tot nua. El cel. Les branques. I una arrel és cor que en arrapar-se fort a la terra cuida i bomba vida.
El cel anomena mots. Volca elements dintre de la sang. Dóna savia a tots els horts. Ressona coral «vent i més vent!». Desconeix les presses contingudes en cadascuna de les empremtes, desmereix el pes de moltes trepitjades. Els arbres juguen a ser aigua remullen i esquiven les pedres. Com a cofre guarden la sal; la sal que s’amaga la sal que s’enfonsa la sal que grimpa i la que neda fan que set anys siguin cent! Els seus troncs són tan tous com per inclinar-se i reverenciar tanta grandesa, fent-li veure al cel que entenen i pensen i diuen i somnien en trobar les mesures.
Cel i arbres encerten «sí… no… blanc… negre… a baix… a dalt…» fins i tot quan juguen a equivocar-se
318-omu G.S. (bcn. 2016)
(castellano)
Cediéndole el paso a las nubes el azul desenvuelto permite que lo maquillen.
Las ramas hablan hojas y estas, verdes, respiran; columpiándose, orquestan imaginativas, silban. Como si regasen ¡cantan las hojas! cantan cerca de los besos del cielo.
El azul cambia de caras. Invita a imaginar y revuelve perspectivas trayendo lo que no está. Las ramas son manos queriendo coger todo aquello que la nada desconocida tiene dentro del saco. Las ramas crecen disfrutando de danzas, cercanas a todas las direcciones bautizan espacios. Crecen porque prueban trocitos de sol gotas de sombra que pasean y la humedad cuando, perdiendo las formas, muestra y da su sexo, toda desnuda. El cielo. Las ramas. Y una raíz es corazón que al agarrarse fuerte en la tierra cuida y bombea vida.
El cielo nombra palabras. Vuelca elementos dentro de la sangre. Regala savia a todos los huertos. Resuena coral «viento y más viento!». Desconoce las prisas contenidas en cada una de las huellas, desmerece el peso de muchas pisadas. Los árboles juegan a ser agua remojan y esquivan las piedras. Como cofre guardan la sal; la sal que se esconde la sal que se hunde la sal que nada y la que trepa ¡hacen que siete años sean cien! Los troncos son tan blandos como para inclinarse y reverenciar tanta grandeza, haciéndole ver al cielo que entienden y piensan y dicen y sueñan al encontrar las medidas.
Cielo y árboles aciertan «sí… no… blanco… negro… abajo… arriba» incluso cuando juegan a equivocarse
Como esfinge magnánima que, levantada por muchos, no pueden contemplar ni los ojos ssuperficiales ni las mentes incrédulas.
Como baluarte que perdurará, aun a pesar de las embestidas conquistadoras y guerreras de los hombres con sus tiempos.
Aunque zarandeada por crudos huracanes.
Aunque asomará el fin sobre esta civilización, ambas; prosa y poesía, artes nuestros, liberadas de su carga mortal, sobrevivirán a la tierra de agua y al aire ácido y a los mares de fuego.
Hay decires que transportan algo más que palabras ¡espíritu y alma!. Hay letras audaces que desconocen la esclavitud monorrima de la muerte.
Como tus letras
vuelcan lectura-vientre
presto atención,
garabateo, esbozo y escribo.
Pregunto por tanta gestación
y el sonar de trompetas delata victoria
junto a más obras que son seres nacidos.
Debido a cuantos padres
y muchas madres que esperan,
acumulo fértil y fecundo,
agradecido te adeudo.
Intentaré retornarte,
ser compañero fiel
hinchando nubes
y descorriendo visillos.
¡Como tus letras!
Prosa repleta de pulso
y salpicada de poesía.
Poesía rigiendo la vida.
Ingenios acentuados son poesía.
Permanezco con el hábito de aprendiz
porque afané siempre aprender.
Al saber que queda más
prosigo recogiendo el testigo.
Especulo.
Fantaseo.
Confirmo.
Siervo de la continuación,
partiendo desde elucubraciones, dudas y credos
lato; como tus letras…
tras los sentidos.
Flor, cual cópula regia del sencillo vagabundeo. Tú que buscas otorgar corpóreas y etéreas fragancias a aquellos que te contemplan y huelen, haces más que deshacer las telarañas del invierno… Te presentas adosada a la fatiga del helor para motear pensamientos decaídos. Das muelles en los que atracar; donde serán rescatados los suspiros. Con el ordeñe de tus colores, motivas. Procuras orgías fecundas junto a las imágenes que describen la facilidad con que pueden acontecer los porvenires deseados.
Tus órganos se reproducen en un devenir siempre creciente. Te multiplicas acogida por una ley que clama «¡viva la entropía!» ley, difícil de comprender. Añades y ajustas. Amplias el oráculo espoleando la espiral inamovible del crecimiento que yace despierto en la tangente que une la frase consistente con el verbo espiritual.
Tú, flor que deleitas, no reclamas pago ninguno. Detienes los encierros que cabalgan con las horas. Rompes las cadenas que nos anclan a la esclavitud de la continua comprobación. Amueblas a los siervos de la tierra, al brindarnos el entendimiento que se basa en la creencia del avance y la renovación, del pasaje útil que alcanza el ser al estar marchito simplemente para vestir de nuevo, un rejuvenecer.
Flor que reclamas a la mariposa y el zumbido contagioso de las abejas: Te asemejas a una rapsodia carente de palabras que rapta a la decadencia y al infortunio. Levitas falta de códigos y normas que justifiquen desagravios irrespetuosos y decadencias. Eres libélula siguiendo el compás de un solo viento; el viento libertario y licencioso que nada maneja, que se permite airear los campos y corazones siendo un oído que escucha y una esencia que construye dejándose llevar.
El orden necesita del desorden para ser quien es; sin él, extraviaría sus razones, nada sería. Así como la balanza precisa de juguetear con el desequilibrio mientras demanda tomar pesos o dejar cargas, hasta ligarse al punto estable de la quietud total como experta equilibrista.
Podría suceder que el equilibrio y el caos se compenetran para erradicar al aburrimiento del cosmos entero, de cada uno de los elementos y la vida de los hombres —cuestión de cocinar los alimentos disponibles, condimentándolos, preparando salsas. Cuestión de ingenio, fortuna irremediable y combinaciones—.
Orbito. Orbito apreciando el espacio plagado de relámpagos, colores y negritud, de casual estabilidad, de calma momentánea y estallidos repentinos, de fugaces y atrayentes cuerpos perentorios a cuales siempre les restará el próximo paso, y de meteoritos que están siendo adiestrados para impactar, y que hallarán, tras el impacto contundente, la fusión que genera novedosas perpectivas, más y más mundos. Orbito, asediando a la paz y despreciándola y esquivando o disfrutando de mi propio caos y aplaudiendo las aventuras que me presenta todo desorden. Orbito, acusando y asiendo, la gravedad y los gases y líquidos de multitud de otrosplanetas. Orbito, incapaz de medir la dimensión de éste ¡único cosmos!. Orbito —dentro de una geométría de conjunto— adosado a las figuras rectilíneas y sinuosamente siendo curvas; como ovalo, espiral y esfera. Eludiendo fraccionarme y cuestionándome si los planetas deben estar separados y distantes, y si éste de hoy, este mío, quizás transita encarcelado en un ínfimo territorio llamado «yo rotundo»… Un yo propio y a defender. Un yo altivo que presume de verdades exclusivas y orbita jactándose de su sapiencia. Un yo que se considera prioritario y con derechos absolutos que pueden ser cancelados si son pedidos por otros. Un yo tan personal como para observar a su alrededor y pudiendo poco ver, percibe porciones apartadas, sólo murallas y restos.
Tengo la suerte de disponer de una báscula que me reposiciona; así es como el caos nunca llega a mostrarse dictadoramente concluyente. Soy un explorador insaciable y por insaciable ambicioso. Me dedico a encontrar las millas y los gramos o la levedad precisa, que puedan otorgarle sentido apropiado al recorrido y balanceo de mi yo querido… a mi yo de chiquillo.
Sobre seres extraños que se encuentran entremezclados con estos otros animales que somos cada uno de nosotros.
Seres extraños escapando de sus vidas personales, confundiendo su realidad asfixiante con la del prójimo.
Seres torcidos que aunque aparentan ser veloces y disponer de levedad, marchan lentos y de rodillas vomitando vértigo oscuro.
Seres que corrompen ambientes. Que tienen por afición especular y, al hacerlo, permiten o escogen que ficciones horrendas invadan su mente y contaminen todo lo próximo.
Seres que son extraños de la comprensión y de los sentidos debido a su ángulo obstruido. Que se dedican a malpensar y vestir de luto y tragedia cualquier momento. Que, al punto de la enfermedad, señalan acusadoramente presos de sus malos sueños.
Seres extraños indumentados con el traje intelectual de hombre culto (determinando la posición exacta ajena. Teniendo la certeza -incuestionable- de conocer donde están ubicados los otros, de saber cual es el mundo que no es su mundo).
Seres extraños que vestidos con un traje de cordero y aparentando estar preparados para el sacrificio, degüellan lobos y ovejas. Hacen de depredadores justicieros, devoran pasto y ganado para terminar apresados y con las patas rotas en las mismas trampas que ellos han ido repartiendo.
Seres extraños enredando la madeja y desperdiciando la lana hasta de su propia familia.
Seres extraños, cerca y durante horas, malmetiendo y criticando en nuestro lugar de trabajo.
Espero no despistarme, nunca convertirme en uno más de esa secta, donde los predicadores son seres extraños contagiando malestares y holocaustos a todo aquel que los atiende.
Seres extraños. Seres cuales quedan siendo animales laberínticos, animales vulgares pero complejos.
Seres extraños; a caballo entre la diablura y la idiotez y la aptitud resabida y la inocencia. Seres que lloriquean pregonando que están malheridos e interpretan el papel de frágiles mientras nos chupan la sangre y arañan con el filo y largo de sus uñas y devoran tanto nuestras horas presentes como las ilusiones y la esperanza que nos mantiene al insuflarnos respiros.
Seres extraños que se reconocen frente el sonido del látigo y ante el tacto de las riendas.
Seres extraños; disimulando, disfrazados de arquitectos, pretendiendo que los entendamos como constructores excepcionales cuando les vemos observar los planos, los libros instructivos y los mapas, boca abajo o girados y de lado.
Seres extraños. Seres que aducen ser dialogantes y comprensivos, pero que sólo reconocen como razones y maneras útiles y validas las suyas propias.
Seres extraños inhalando cada día el mismo aire irrespirable que ellos mismos propician a la vez que desprecian. Viviendo su existencia dentro de sucios, pequeños y malolientes retretes, donde el espejo asoma roto para que no les anotara su aberrante extrañeza.
Creer en la magia y reconocer el libro en que se halla descrita la pócima para traernos de cuerpo presente a nuestra media naranja.
Buscar los ingredientes, elaborar con esmero y bebernos la pócima. Hallar esa mitad que, unida a la nuestra, nos permitirá llenar el vaso con el mejor zumo así saciando aquella sed que nos impedía hacer una parte del camino.
Compartir: Caminar pausadamente. Probar piruetas y conseguir acrobacias de belleza plástica. Descansar algunos ratos y también tropezar… Exprimir instantes con ahínco resaltando la fe que tenemos en la unidad.
Encontrar… pero no esperando regocijarnos en un presente de sumisión donde resuene, de continuo, un «SI-AMÉN» enfermizo.
Aprender a escribir porque el instinto nos empuja directos hacia las letras -todavía soy como aquel explorador que busca una ramo decente para entregarle a su amada-
Saber nada. Apenas saber y debido al empeño, acuñar alguna frase estructurada, con sentido y conocimiento. Ser un simple principiante atendiendo a compositores y filólogos expertos que expresan operísticos entre aplausos del público y jadeos.
Sólo ser, voluntad; mitad espíritu, mitad intelecto; un zahorí que sujetando su varita marcha en pos del agua y termina dentro de una nube llena de clavijas y cajones.
Sólo ser un grano de arena que pretende desprenderse del polvo, sediento y correoso, saliendo del desierto y su sequía. Soy un grano insignificante de arena al que le agradaría conocer, la corriente y dulzura sonora del río y la bravura imponente y serenidad envidiable dispuesta en mar abierto.
Diario digital que nace con la vocación de informar sobre Jaca, Jacetania, Alto Gállego y los valles de Tena y del Aragón, reflejando con fidelidad y objetividad todo lo que sucede e interesa a sus gentes. Editado por la periodista Rebeca Ruiz
Este blog es únicamente para mayores de edad. Relata la vida de sumisión de una chica que se adentra en el mundo del BDSM casi por casualidad, sin saber muy bien ni qué significan esas letras.