La paz está en manos de cada uno; es verdaderamente fácil sucumbir a la violencia y entrar en guerra. En el día a día se nos presentan personas y circunstancias que anuncian conflictos incidiendo en la agresividad. La respuesta, frente a situaciones y reacciones destructivas y desagradables, siempre depende de uno mismo, no existe ninguna conclusión que no derive, en alguna medida, de nuestra aportación individual.
Son muchísimas las ocasiones en que el ego manda más que aquellos valores de los cuales alardeamos, que los fundamentos que proclamamos como dignos y merecedores de defender.
«No deberíamos anteponer nunca la insignificancia del individuo, a una esencia ensambladora y común que sostenga, como máxima, el beneficio colectivo. Corresponde que acudamos como aceite y renunciemos a ser óxido y traba.»
Es con los pequeños detalles cuando demostramos donde nos encontramos y hacia donde queremos ir. No permitamos que los errores o el desequilibrio o la incoherencia o irresponsabilidad de otros nos desubique del lugar que consideremos adecuado para evolucionar.
La paz se construye y mantiene exigiendo suma dedicación. Por supuesto requiere de replanteos, renuncias y esfuerzo. No cabe que se oígan las quejas, si abanderamos nuestros pasos entre bulos y omisiones, y traicionamos propósitos y realidades valiosas dejándolas como mera palabrería. La apuesta mayúscula, aunque aparente ser minúscula, parte desde la aportación diminuta de todos nosotros.
Cuándo la complejidad del hombre muere
nace la hierba;
verde
húmeda
sencilla
atuendo blando que acaricia.
Esponja de lunas y soles
y reposo de mentes.
Protección labriega.
Cochón que presume descanso
donde se calza la lluvia
y son cazadas espaldas.
Ya sean recreadas las mejores ideas
dentro del espacio y sobre la tierra,
¡velas que no espadas!
¡oíd la voz de la hierba!.
Inicio, y…
obra eficiente, la hierba.
Mientras, el firmamento
—cofre de lumbre
vitalidad sumergida
plácido abrigo
danza de estrellas—
atiende y reconfigura
destiende y enjuaga actos,
recoge y vierte
testimonios y secretos
e hila más esferas para sus fieles.
El firmamento —piel del universo—
rebosando naturalidad
no desea trabalenguas
ni requiere de respuestas,
deshace enredos.
Espera y confía
en la generosidad escondida tras cada gesto
y en la potencia de todo sonido y mirada.
Cuándo la complejidad se desvanece
el hombre recompone fragmentos.
Hallando virtudes esparcidas
aporta nacimientos,
así surgiendo el olor intenso
de la hierba resucitada.
318-omu G.S. (bcn. 2016)
La paz la llevamos dentro de nosotros. Si regalamos paz, poco a poco se extenderá hasta llegar a otros.
Besetes, Oscar.
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Por supuesto, María. El peligro está en no disponer de la suficiente claridad o autocontrol, a la hora de gestionar situaciones; las relaciones humanas son extremadamente difíciles, aunque siendo de la misma especie, diferimos mucho en los planos evolutivos.
Montonazo de afecto. Mua!.
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Y tan difíciles! Hay que evolucionar, aunque sea a base de tropezones. Abrazo cariñoso.
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