Veintitrés minutos

veintitrés minutosCasi desnudo -simplemente vestido con la luz que amadrina a esta media tarde-
Recorro el pasillo, descalzo. Cruzo la puerta y quedándome a un solo paso, ya traspasado el umbral, puedo contemplar como una fuente de placer secuestra la frialdad de la estancia para proclamar que merece la pena extraviarse dentro de los juegos variados de la piel y la carne.
Contemplo como tus dedos puntean y van deslizándose pausadamente desde tu ombligo hacia arriba, hasta saber que ya se encuentran en el punto exacto donde pueden pellizcar tus crestas sonrosadas (siento el calor en mi pecho, como mis latidos pierden su compás habitual y algunas de mis medidas cambian de imprevisto desconociendo la paciencia).
Te miro. Te veo disfrutar y es cuando soy envuelto por un halo conformado con norias, montañas rusas y tíos vivos.
Presumo de intuir como rebuscas una gota de sangre y presiento que para nada te apena la humanidad complaciente. Buscas esa gota mordiendo tus labios y cambias de ellos su tono igual que aceleras sus pliegues. La buscas, mientras tus piernas, con sus rodillas juntas -diría que casadas- se muestran modelicamente cruzadas, moviéndose sujetas al arte de la sensualidad incitante le procuran agradable fricción a tus pétalos secretos y a tu semilla. (Te sé preparando el jugo que… o bien beberá mi sexo o adornará con figuras insospechadas nuestra cama).
Mirarte satisfecho y verte complacida, atendiendo a un solitario capaz de transformarse en una partida de dos exenta de disgustos y de riñas. Te entiendo desentendida del rubor y la vergüenza. Te observo deseosa apretando la botonera y desarmando la palanca del freno de ese ascensor gratuito que ha de llevarte directa hasta la cumbre.
Contemplar… como te escurres sobre aquella seda sirviente y suave que al recoger todos los lados del juego afirma que nunca se arruga.
Me encanta presenciar como te descuidas, ligera, hasta conseguir perder las razones coherentes y las virulentas dentro de un sinfín de movimientos expresos para la ocasión. Tu cuerpo define el placer, es poseedor de él y lo deletrea hasta desacreditar entre espasmos definitorios los tantos nombres y títulos que ajetrean la memoria bajo el peso de los años. Tu cuerpo resuelve un dilema cuando evidencia que significa en realidad «vida conjugando vida» y es entonces que conoces y conozco cuales son las tablas que veneramos hasta el final de nuestros respectivos libros, esas donde está claramente escrito la desaprobación de los arquetipos y donde se le da el visto bueno a los tantos pecados que esperan siendo divinos.
Yo, de pie, tú estirada y de costado, regalándome una mirada y una sonrisa; sabiendo que cuando queramos disponemos de una lima para serrar las jaulas y quitar de nuestro paso trabas y rejas.
Que menos que decirnos «besos siempre» y «mejor ahora que luego».

Por detrás

reflex filtratSé acerca del tesoro
que guardas bajo llave y contraseña.
Acerca de aquel sentir
que saluda a mis apetencias
desposado con el origen,
bañándome con olores;
placenteros y nativos.

***
Acalorada.
Apetitosa hasta repetir.
Escasa de ropa… pinzas la colada
leyendo el balanceo
de las cuerdas del tendedero.
Tu espalda decide dialogar conmigo
mientras tus caderas y cintura
se sientan -para quedarse- sobre mis ojos.

La luz labra camino; inunda
escogiendo tu piel como cobijo.
Tal brillo dispuesto en ésta
-piel versada en dar calor-
que sopla y sopla burbujas
avivando mi imaginación.

Resulta imposible
recuperar la libertad de mi mirada;
goza atrapada,
goza refugiada en tus curvas
y sin escape posible.
Intuyo la sima
y propiamente exclama
« soy, para los hombres ¡divinidad! »

A contraluz
queda resaltada tu silueta,
ella susurra, provocativa,
y la sensualidad que cabe en tu dorso
cita al onirismo para que converse con la realidad.

Aproximándome… la luz es maestra
delimitando con exactitud
donde se encuentra el circuito correcto
que mis dedos deben recorrer.

Escasa de ropa.
Brotes de vida contemplo
ante este apunte exuberante y sexual.
Con el respiro agitado,
te beso la espalda y deletreo las nalgas,
acaricio tus hombros con lentitud
y mi lengua recorre tu cuello
sin querer tocarte,
respiro en tu oído y descuento léxico.
Compruebo que existe un fuego incandescente
capaz de acercarme a conversar
-a un mismo tiempo-
con la tentación y la espiritualidad…

tú dispones de él.

318-omu G.S. (bcn. 2015)

Con «D» de deseo

Contemplo -soy un voyeur; un ser que se recrea con la infinidad de maneras y formas que convienen como erotismo sutil y sublime- Observo, desvergonzadamente, los sensuales movimientos excitantes -bandera del trópico- que derriten glaciares, los mismos cuales rezumando lava expeditiva se disponen como talismán valioso y caliente.
Perdido, a propósito y con gusto, dentro de esas justas proporciones femeninas ¡solo tuyas!, que comunican, paso tras paso, con voz corpórea y exclusiva » Dios existe… De seguro vendrá más vida» dicen entre rítmicos contorneos cuales imantan hasta a la madera al corregirle su serenidad, además de aportarle a mi corazón de simple hombre, aquella taquicardia que despierta adormiladas varitas mágicas al librarlas de la fantasía inconsistente, crecida y sustentada a base de sueños irrecordables y del apocamiento e insulso letargo alejado de los placeres táctiles y de la multiplicación que estriba en la aceptación de una sexualidad libre con sus mil juegos.

***
Te conozco; tribal y cosmopolita: fusionada. Retraída y soluble: mixta. Vestida con la desnudez políglota que no perdona expresión ni palabra. Te conozco; redonda, mimosa y acogedora. Devoradora e insaciable pero acertada y comprensiva.
También te conozco, medio arropada por esa timidez que nos recoge dentro de un pequeño habitáculo y nos torna mudos. Así como medio arropada con una elegante lencería que, bien escogida, denota tu clara tendencia a la sencillez, por la inclinación que sueles sentir hacia los colores lisos, igual que por escoger la transparencia que deja entrever, que poco tapa, la cual me lleva a acuchillar a mi paciencia hasta matarla —los encajes y el colorido alborotado de los estampados, ya me hiciste saber que te empalagan—.

***
Al ser tu cuerpo una llamada que incita a avanzar y hasta incluso quemar los veleros… Playa tentadora donde se alterna el ejercicio y el descanso con grandes dosis de olvido, es por ello que te desvisto, para leer tu agenda al completo.
Te desvisto; antes, durante y después de la cena, para caer en la invitación de lamer tu piel sin dejarle costado. Para agarrar tu cintura y saber sobre la humedad que albergan cada uno de tus poros. Te agarro, con pasional fuerza de apriete, y mordiéndote el cuello te huelo la espalda y ensalzo, satisfactoriamente, hasta rasgarle la virginidad a tu negación. Logro penetrarte porque me permites —iría atrás si no fuera así— penetrarte tras levantar esa pierna derecha —última traba— que se procuraba vergüenza y persistía en serle fiel a ese inútil pudor, que delimita fronteras cuando marca cómos o fechas (más tarde pudimos confesarnos: nos susurramos al oído que no podríamos habernos sentido completos sin entregarnos a la fricción y al golpeteo que ya no precisa de ninguna demanda).

… Todo esto, en ocasiones, soy capaz de lograrlo sin necesidad de tocarte; imaginando despierto eres mía al tiempo que me entrego.
Tienes la capacidad de regirarme el intelecto, una y otra vez, logras que se ausente, expidiéndole un pasaporte le das viaje.
Puedes convertirme en un poseso. En un Baco vicioso persiguiendo a su ninfa preferida. Puedes pautarme remedio siendo doctora, recomendarme el desenfreno de la sangre: un bombeo que torna la flacidez en dureza, que te place porqué visita y le sirve a la del centro —cual se ríe, como energía, de la nuclear— a esa del centro de entre todas mis extremidades.

***
Cualquier gesto tuyo me atrapa. Dispones del carácter hipnótico que me empuja hacia un pasaje de sexo voraz y primitivo.

Mi suerte está en poder disfrutar de una mesa presidida por la sabiduría de tu sonrisa, tus noventa exactos de pecho y tus ojos color caramelo que ante cualquier propuesta de juego siempre afirman.
Te veo relamer la cucharilla; como al apretar tus labios contra ella, al comerte el postre, ellos, tentadoramente carnosos, adquieren mayor rojez igual que se pliegan rugosos. Los considero, al insinuarse provocativos, claramente cómplices del más tarde carnal, sudoroso y humedecido que nos dará cita.

Percibo como se hinchan mis ganas al estar próximo a ti. Estas ganas son semilla que al centrarse en la dicha rebotan dando procreación —dos recipientes ovalados contribuyen, no contemplan retenerse, piden y piden con la justa demora— piden ya vengan los compases eléctricos junto a la explosión…

Pintura surrealista de "Till Rabus"

Pintura surrealista de «Till Rabus»

De dos: una voz


Ahora ni una palabra vierte mi boca; dicen mis ojos, te hablan y piden. Descarados; como tramoyistas descorren el telón y abanderan al deseo —auspician el punto justo de lascivia cual es capaz de avivar las lenguas adormecidas—.
Tú aparcas toda vergüenza; la timidez, apocamiento y fragilidad que otros, fruto de su desconocimiento, te suponen, y te preguntas hasta dónde me permitirías… y te respondes «lo que te entregue, quede sólo para ti». Yo rememoro e intuyo —antes ya obtuve tus placeres, los conozco— luego, de seguro, ya encontraré de nuevo tus paisajes sobre la mesa.
Apuesto por ti: sé que apartas de las vías los cedas, los prohibidos y las limitaciones. Sé que te prestarás a darle libertad a mis demandas, que accederás a concederme, en todas sus posibles formas, la savia que salvaguardan tus montañas y tus sanadoras y revitalizantes propiedades marinas. Contigo merece la pena sumergirse y nadar.

 

Escuché: Entre sueños le confesaste a mi vigilia y a tu almohada, cuánta es la perdición que te sabe a gloria dentro del juego, que sólo negárteme sucedía para, invocando al animal, soltar de las cuadras su embiste; liberarle de su espera paciente-impaciente, y que éste, contigo jugueteara presumidamente erguido. Bien conozco, que hay veces que precisas de un vendaval para que, lleno de ímpetu, éste te arrastre con su carácter sorpresivo. Bien sé… que si persistiera por mucho tiempo la brisa suave, quedarías adormecida.
Rememoras días, dándote cuenta que conoces con precisión los enseres, amuletos y planos que protejo dentro de mi cofre humano-sagrado —hace ya algún tiempo que dejaste de jugar a los dados y a la ruleta, que tu ocio y placer no depende de ninguna apuesta que devenga ruinosa o te aporte victorias inciertas.
Mientras le susurras a la noche deleitas mis oídos: me delatas como poseedor de tu fusión predilecta… Repites con ganas, tomas y tomas de mis cócteles: De ese sexo —de dicción lenta— que consigue alzarte de a poco, frente al que se planta, creyéndolo como irrenunciable, cualquiera de tus trozos; el cual te sorbe y, repasando cada centímetro, te lleva en volandas hasta la cúspide donde solamente persiste un eco embriagador.
De ese sexo desmedido que es capaz de aunar sentimientos y así calzar hasta el porte romántico. De ese sexo explícito que te cuenta acerca de tu mucha valía: te hace saber que eres, con su dicción universal ¡insustituiblemente importante!. No una vacua simpleza que se utiliza por interés puntual. No un dibujo hecho con apetitosas curvas y atractivos colores, que aparece y se arruga y se desestima y se rompe. No un naipe, en partida de póker, del cual uno se desentiende en descarte.

Todavía no soy capaz de describir por completo, mediante el vocabulario que conozco, tu magnitud. Quedo a medias pero sabiéndote…

318-omu G.S. (Bcn. 2014)

Retales humedecidos (I)


Permíteme repasar la lección
contenida dentro del placer
que auspicia tu cuerpo.
Permíteme saciarme
y hasta sentirme vencido;
ser ladrón cometiendo delitos
y robarte los jugos,
mientras escucho como rompes las palabras
invocando a mis acompasados envistes
al significar con gemidos
incluso deleitando a la nada.
Permíteme, de nuevo apreciar el dulce saliveo
que inunda desde mi boca y cada uno de mis extremos,
a mi alma y a mi sangre
y por completo rellena
cualquier vacío cabido
dentro de los espacios de mis entrañas.
Permíteme morder con suavidad medida
la frutal y mortal esencia que hoy tu cofre resguarda;
la que vuelve loca igual que desboca
toda razón que sujeta normas y tiempos
y a mi mente y mi lógica, las seduce y acalla.

318-omu G.S. (Bcn. 2014)

Monotemático…

 

Monotemático:

Un miembro erguido,

firme e hinchado.

Un pozo (húmedo)

que reclama el vaivén,

que lo frote la lluvia

hasta que rebosen sus aguas.

 

Monotemático:

Aquel contacto

… perdidamente enamorados.

O aquel otro que busca

el vicio orgásmico.

 

Pero, ante todo…

persiguiendo la misma ruta;

la cual, en caliente fronda penetra.

 

Monotemático:

Manchar el sofá;

formando uno

convertirse en cuatro.

Monotemático:

Cediendo al placer

someter a cualquier eclipse.

Acomodarnos sobre la alfombra

y volvernos lobeznos;

rememorar aullares lunáticos.

 

O bien, a pelo

y de pie gimiendo.

Suspendidos en el aire

mediante correas y poleas:

apretar todas las botoneras;

hacer subir y bajar,

parar y avanzar,

volver carnal el metal del ascensor.

(Con ganas satisfacer

nuestro animalesco celo).

 

Monotemático:

Mordisquear tus muslos.

Erizar tus pezones.

Sorber cava en tu ombligo

agrandándose el poder etílico

al palpar (a un tiempo)

las uves de tu entrepierna.

 

Monotemático:

Intuirte (como sexo).

Desde tus finos tobillos

hasta la misma médula.

Soñar. Y también

perder el sueño

al imaginarte desnuda.

Arropar tus adentros.

Contemplarte estallando.

Derretirme en tu cera.

 

Monotemático:

Tu rincón inundado

y mi espalda arañada.

Un óvulo fecundado

por algo más que el esperma.

 

Monotemático aparte.

Ya transcurrido el vigor

que vino junto al enlace.

Ya pasó la fiereza,

la pasión y el embiste

hambriento e irrefrenable.

 

Politemático aparece

lo mejor del gran gozo,

la mejor de las partes:

un sollozo advirtiendo.

 

Que los tiempos se extienden

por la virtud del sexo,

por los efectos afectos

de entregados amantes.

Que no hay fin sin principio.

Que desde una pequeña semilla,

creció el árbol más grande.

 

Desde lo monotemático aparecen…

asuntos politemáticos.

La frescura del soplo

que, envolviendo la casa,

por entero la llena

con el temple preciso…

de nuevas primaveras.

 

318-omu G.S. (Bcn-2013)