A lomos de mi alumínico caballito

atardeceres junto a mi caballito

 

Fusionándome contigo no me atrapa la densa y pegajosa telaraña de ciudades; como tampoco la incomprensión, al respecto del asunto pedalístico, que denota neciamente tanta gente.

 

Me sabe a hierba fresca el sucio asfalto.

Huelen incluso a limpio bosque

las plazas que aguardan como oasis

dentro de las grandes urbes,

las grisáceas calles y las concurridas ramblas,

como así también, las imponentes avenidas

que asoman decoradas

con cuadriculados aburridos que dan forma a los parterres.

 

Subido sobre mi bicicleta

soy un adolescente que pedalea,

reconociendo el norte siento la libertad.

Consigo que desaparezca

la maniatante cascarilla que resta movimiento;

el óxido que se acumula con el pasar de los años.

 

Cabalgan… circulan a mi costado,

cercan al punto de a mi briosa tocar;

rugen alto, los condenados.

Pero mucho más puede

la juguetona musicalidad impresa en el rodar

que sus sonoras y desagradables estridencias.

Sordo soy para ellos, ruedo y me río.

 

Mi rojo y alegre caballo relincha desentendido,

para nada se enmudece mi gozo

ante los zarpazos del asfixiante monóxido

o el gruñir; impertinente, ronco y frío y monótono

de tantos y tantos motores frívolos.

 

318-omu G.S. (Bcn. 2014)

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