Cómo sopesar ciertamente la pobreza si sujetamos el prisma de los valores que se anteponen en occidente.
Donde el consumo desmesurado siempre encuentra motivos para proseguir, cuando infinidad de productos, todavía útiles, terminan incrementando la altura de las montañas de tantos estercoleros, y muchos barrancos, acogen la deriva de aquellos alimentos que perfectamente podrían rescindir el dolor que sabe a hambre, al abastecer los estómagos de esos muchos seres necesitados que piden a gritos que apareciera y crezca en los hombres el carácter compasivo.
( El desperdicio e inutilización de alimentos está establecido dentro de la órdenes del día, su obligación se debe a que se mantengan al alza el precio de los productos indispensables de consumo. No importa la enorme productividad de una cosecha, los incrementos nunca se reducen fuera como fuera de bien la recogida de la siembra; al ciudadano le queda pagar lo que quieran, sea lo que decidan, sea como lo marquen).
«» Bien haría un gobierno que se precie de gestionar con justicia a su pueblo, de poner medios para controlar los tantísimos beneficios, cuales para nada son acordes al esfuerzo que les supone su labor a los intermediarios.
Los dirigentes permiten los incrementos abusivos, se abstienen de regular con criterio objetivo las barbaries que a este respecto se suceden, las cuales serían tachadas por cualquier juez justo de rocambolescas y deshumanas.»
Tan poco pesa la pobreza que clama en el norte si fuera comparada con la que desde los tiempos padece el sur. Sur, que asume con mayor dignidad su miseria, la misma miseria que a nosotros nos debería avergonzar. Por ella, nosotros, nos vamos todavía hoy repartiendo inmensos beneficios, que son producto, no lo olvidemos, de una fórmula permitida y soslayada de esclavitud, (la astucia y sutileza de los países ricos, de nuestro occidente, es impresionante; siempre encontramos razones para mirar hacia otro lado o lavarnos las manos).
Está claro que no existe ninguna diferencia en el hambre, ya la padezcan niños u hombres o mujeres situados en el hemisferio norte o en el sur.
El frío siempre es frío, y el hambre, haya donde estuviera, lo mismo pesa como hambre; igual puede causar sufrimiento y muerte allá donde se encontrara.
Las bases en cuales se afianza este sistema mundial, denotan constantemente sus fallas, (suelen aparecer discursos astutos, palabras llenas de falsedad y dedos que desvían la atención del ciudadano -intencionadamente acusadores- y que procuran hacernos creer o dudar según conviniera -andamos apresados por la continua manipulación que se viste con variopintas formas-
Diría que se evidencian los defectos, cuándo decimos y actuamos prescindiendo de mencionar la interrelación que existe entre absolutamente todo lo que ocurre en los distintos lugares y entre todos los seres del planeta. (Sería un grandioso homenaje a la vida efectuar un plan de avance conjunto).
Un reparto de la tierra por porciones sólo acarrea una división de intereses; los esfuerzos por separado ralentizan, hace que seamos menos productivos y raudos de lo que por medios y saberes podríamos ser. Fraccionar los territorios y denotar diferencias, aunque hoy quede faena por hacer, muchas asperezas por limar, termina por comportar enfrentamientos inútiles, una pérdida de tiempo y de energía. Nos sumerge en continuas luchas infructuosas que nos desgastan y desvían de un proyecto que para todos es primordial si es que pretendemos ganar en salud. (Hay que atreverse y no dudar de la capacidad que en nosotros se dispone. Cabría esmerarse al máximo, e igual serviría, el efectuar una labor a base de campos específicos tratados por gente cualificada que se entregara a un proyecto basado en una conciencia enraizada en el bien común y afianzado en una metodología tecnócrata).
Cómo puede ser que nos inclinemos ante una tendencia económica y productiva que nos perjudica a todos -norte y sur, dado el evidente vínculo, la corriente insalvable en la que estamos, los hombres de un mismo planeta, inmersos-
Que solamos advertir como minúsculos los problemas que acucian a otros, cuándo son problemas que acabarán por llamar a nuestra puerta, denota nuestra necedad o incompetencia.
La globalización debería aplicarse de forma total, sujetando todos, sin ningún tipo de distinción, las mismas reglas.
Cómo puede ser que una insignificante distancia, un determinado color de piel o un variado abanico de culturas y religiones, en vez de aportar por la magnífica variedad que nos suponen, solamente nos sirvan de escudo, para desentendernos de una problemática que sucede, en buena medida, con nuestro consentimiento y por nuestra permisividad.
La crisis que actualmente, aquí y en otras partes del planeta, hinca sus dientes, es fruto de un plan que, con premeditación, previamente se ha urdido para resucitar una tierra de amos y esclavos; la igualdad de clases sólo fue un puro espejismo.
» Hasta que los hombres no cambiemos la interpretación que hacemos, la que se estipula sobre una entidad hecha de individuos con diferentes intereses, basada en alambradas, códigos y divergencias; olvidada de las inquebrantables y mismas necesidades comunes y de las similitudes que nos identifican claramente como a un único pueblo, que si se uniera, lograría ganar velocidad y avanzar con mayor rapidez.
Mientras mande más un individuo que el conjunto. Mientras nos falte una conciencia empática, comprensiva e integradora, y piense, y golpeen una mente y unas manos, operando ineficaces, porque observan las vidas de esos otros que transitan, como alejadas, como ajenas. Mientras protejamos nuestros pasos con el honor absurdo que converge en las grandes mentiras cuales edificaron una insignificante minoría, para facilitarse la dirección y controlar a lo que ellos describen despreciativamente como a masas, para subyugar a ese resto -resto mayúsculo- en cual se encuentra mi amada familia y mi querido pueblo, hasta entonces… cada uno de los movimientos que realicemos sobre el camino -camino empinado, camino torcido- nos llevará hacia una noche cerrada y extensa que termina en el mayor de los abismos.
Si es que antes no acertáramos a sacudirnos las telarañas que nos maniatan, conoceremos el significado verdadero de la palabra ocaso.»
318-omu G.S. (Bcn. 2014)