«Lamento que exista la tristeza viviendo en cuales fuera de unos ojos.
Lamento la distancia que nos separa de la empatía y de la coherencia.
Lamento el tuyo… Porqué lo sé, mi dolor.»
**
Ayer perdí la voz cuando te fuiste; como humo marchaste, pero todavía arde, aquí, la hoguera de la incomprensión.
(Quepa recordar que este mundo nunca giró por nosotros).
**
Habitantes que son dominados por dogmas religiosos e imposiciones culturales.
Habitantes que sucumben ante las garras, siendo sometidos, de algunos que ambicionan el poder y el control.
¡Manipulación!.
La inteligencia no resulta una llave maestra. La inteligencia delimita y cava fronteras. La inteligencia sólo mueve unas pocas aspas de nuestro molino, ignorando que el viento, débil o fuerte, siempre sopla pudiendo con todo. El viento aúna; pasa y forja alianzas desentendido de discriminar.
Habitantes sumidos en esa inopia que facilita enfermedades. (¡Viva el conocimiento!). Habitantes que reniegan de las mismas partes que no reconocen pero que ellos sostienen.
¡Salvar la tierra con metralla y gritar «justicia» y pensarse santidad mientras se bañan los campos y las calles con la sangre de inocentes!.
La necedad converge con la hipocresía, y tanto se trasviste de islam como camufla intereses miserables entre mantras budistas y cruces cristianas.
Todos los colores transpiran risas y vitalidad o lágrimas y cansancio lo mismo que desean pedacitos de felicidad… Absolutamente todos los abecedarios disponen de rectas y curvas para desenvolver cualquier mensaje.
Habitantes que anhelan y, buscando el paraíso, encuentran la perdición al extraviar los sentimientos y el sentido que tendría que prevalecer si es que amásemos la vida.
Es mi barrio tan grande como el inmenso universo. Mis vecinos son familia que besa el infinito al ser símbolo de multiplicación.