Ayer disfruté; compartí con tantos otros la fiesta del «holi».
Bañé la sobriedad de mi blanco, con un salpicado de diversos y vivos colores.
Pude danzar y liberarme desentendido de formalismos; esparcir y recibir el polvo mágico de los tintes y, dejándome llevar por rítmicas melodías y percusiones tribales, renacer en esta fiesta/recordatorio que resalta la comunión que existe entre todo.
Mi ayer aconteció como un hoy festivo -que espero perdure- pero lo que más me agrado fue ver, que cada ser congregado, aún por un breve espacio de tiempo, se deshacía de ese tono que nos separa y hasta vuelve malditos; del yo que interpreta y comprende lo que sucede, siendo propio y jactándose de ser exclusivo.
Ayer… disfruté al reconocerme en los otros.
(I)
Primavera, colores y amor;
holi, holi, holi:
leyenda hinduista que resalta,
cuánta es la fatalidad
cuando un hombre olvida su condición
y pretendiendo ser como una deidad venerado
hasta sacrifica a sus propios hijos.
Holi, holi, holi;
sobre como el bien existe
e intercede y vence al mal.
Holi, holi, holi;
estampar una pieza de nuevo;
¡renovación!.
Deshacernos de abstractos e inutilidades;
un respiro, ¡renacer!,
sentirnos livianos y emprender el vuelo.
(II)
Dentro de este orden que impera cambiante;
limpio y redecoro las caras de mi hogar.
Apilo trastos inservibles,
con todos ellos alzo una gran torre,
la cual prendo siendo pira.
¡Quemen!,
tras las llamas que no quede
ningún resto que ensucie lo ya pulcro
-humo, carbón u hollín-
que ennegreciera las mejores visiones de futuro.
O, suplantando al aire que respiro
-como goma de borrar-
eliminara los paisajes que lucen
al agriar sus colores,
enturbiando su belleza con grises
propiciando a los hombres y a su senda,
sucedáneos artificiales y la asfixia.
(III)
Lanzad los tintes en polvo,
¡colores!.
Que desplazados por el viento,
alegremente volando,
o diluidos
-mediante el recorrido fresco del agua-
igual enluzcan nuestras vestimentas
como despierten a nuestro ser
cuando, imaginativos, ellos las toquen.
Que así como fuera, cuándo nos impregnen,
nos ensalcen y sirvan a todos
los que en esta suerte caigamos,
de bendición y recordatorio.
Hay más vida que aguarda
detrás de la solitud de mi yo;
la decadencia sólo aparece,
si las personas, siguen el rastro cobarde
temiendo reconocerse.
Poco atrevidas, no se sinceran y eluden
la renovación, por la que claman las mariposas,
el pan divino que alienta el progreso
y brinda nuevos escalones
mediante el hermoso juego universal
de la metamorfosis.
318-omu G.S. (Bcn. 2014)