Rosas sagradas

Dentro de mí, reposa siempre la esencia,
yo poseo un amable y romántico gesto,
el decir y hacer de un caballero.

Hoy, éste mío destrona al dragón,
quiere que luzca evidente su amor
cuándo saliera él de paseo.

Reta a la hombría sexista y a sus códigos rudos.
Rompe la dura coraza que tanto le pesa
y erradica el absurdo temor
y la vergüenza paralizante
que veta cualquier empresa.

Mi caballero tiene decidido y confiesa -venciendo al rubor-
el éxito de su pasión:
Cuánto y cuánto de grande es el placer
que se encuentra en la dicha de estar enamorado.
Delata el qué que guarda adentro,
el sí de su ilusión,
al entregarle la rosa que sujetan sus dedos
a la mujer que ama,
mientras susurran sus labios un te quiero
que lacra siendo sello,
con la voz del hombre imperfecto que tropieza,
incluso subida en la estampa de su caballero.

318-omu G.S. (Bcn. 2014)

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