Este amor no depende
de las prófugas ganas ni del sexo.
No puede terminar
como un banal pasaje de excitación
que queda prontamente desbravado.
*** ***
Amo, me enorgullece amar
la polifacética esencia de la vida.
Soy fiel, tengo por norma respetar
aunque se opusieran a los míos,
del resto, sus criterios.
Bien sé que existe un norte
bastante más allá de mi comprensión.
Igual que dispongo de un lugar
no desestimo viajar a los mares del sur
a descubrir mi suerte en las antípodas.
Amo: la realidad y la ficción
(a «Lovecraft» y a «Balzac»,
a «Mark Twain» y a «Julio Verne»).
La hilarante comedia y el absurdo
(a «Monty Python», y a la «Pantera rosa»,
a «Mihura», «Beckett» y a «Lewis Carroll»).
Amo la tragedia ejemplar y el surrealismo
( de Leon Tolstoi, la presentación de los extremos,
y del «Bosco» sus delicias,
«El jugador de «Dostoievski»
y de «Breton» su manifiesto).
Amo los rostros cambiantes,
aquellas palabras y los actos
que acaban conversando con las dudas,
así arrastrándonos hasta aquel vértice
donde se halla el reinicio.
Me perpetuo en el amar,
inclusive después de inhalar la confusión
que cabe en los errores
o la impresión que causa
la espalda: los rechazos;
como también cualquier rancio disgusto.
Pretendo completar un bello círculo:
dibujar sobre las hojas conociendo los posibles.
Que mis trazos abunden limpios,
siendo el fruto complaciente
de unos ojos objetivos.
Adoro amar después de amar.
Adoro amar la inherente reacción
cuando, cruzándose, se mezclan los contenidos
y convergen innovando dentro de los moldes.
Profundo es mi amor:
Para nada se ampara
en el tono o los timbres
de corte superficial,
o en los dejes opacos
de nitidez inservible.
Invencible: mi amor.
traspasa los puertos
donde vara el ocaso.
Abre los ventanales
para darle respiro
a la muerte y los eclipses.
Amo: la indecencia ocasional,
la saliva y los pellizcos.
La malicia insinuante de sonrisas.
La trabanqueta que no derriba.
Los piropos que sonrojan.
Los pregones malsonantes.
Y algunos de los miles de vicios que hay,
vicios construidos por un pecar leve
que, por supuesto, es redimible.
Confieso que yo amo
a esa naturaleza
indecente, traviesa y ocasional,
la que no desbarata ni destruye
el bienestar de ningún individuo,
y ¡cómo no!… la decencia espiritual
cual a nadie traiciona:
La sublime grandeza que reside en aquellos valores
que no anteponen la ambición al bien global,
que le propinan un solemne puntapié
a insolentes y cobardes subterfugios.
Amo la sed de amar.
El amar que pide más,
el que, insaciable, nunca se calma.
Del amor; sus fuentes y balanceos.
Del amor; su vaivén, su dinamismo,
el arte indiscutible que él acuna;
como un mecenas o un amante polígamo.
Del amor amo, sus ataduras:
los enlaces a los cuales ilustra.
Cuando yo amo contemplo
como una ensoñación impalpable
deja de dormitar y se puede tocar,
pues se enfundó en un cuerpo y adquirió
el porte regio junto al paso firme.
318-omu G.S. (Bcn-2013)