Aquí estamos; atrapados por los desastres de nuestra propia incompetencia.
Cuánta serenidad precisamos… La vida o la muerte, el placer o el sufrimiento de muchos seres depende, de un espíritu que va más allá de esta lógica ilógica humana que hoy impera, depende de la tolerancia y el respeto por cualquiera de las formas de vida y haceres que existen, pende de la virtud del amor, de su hacer pacífico y comprensivo lleno de temple, ¡MEJOR NOS IRÍA!.
Cuánta es la serenidad que necesitamos… la suficiente como para ser capaces de sujetar nuestros puños, mordernos la lengua, en pos de no echarle más leña al fuego, o relajar nuestros dedos que, involuntariamente, se tensan crispados. Todo con tal de no estrangular o destrozarle la cara a fuerza de contundentes golpes a algunos, (que son suficientes), de nuestros congéneres, de no reventarle la vida a muchos de esos que a sabiendas incendian hogares abarrotándolos de desgracias. (Me duelen tales expresiones porque soy persona que comulga con la no violencia).
Repaso la historia y quedo admirado por la respuesta de esos pocos grandes hombres, cuales no sólo predicaban cargados de palabrería, sino que, además, demostraban con cada uno de sus actos, situándolos en un lugar acorde al de su dicción, afianzarse sobre una propuesta de mejora y avance, sobre la propuesta saludable de vida que citaban.
Mucha es la falta de empatía. Cuánta hipocresía. Cuánto sarcasmo y cuántas falacias e ironía a de soportar uno, antes de convertirse en un «kamikaze» y batallar para intentar neutralizar a los leones que dominan los diferentes reinos.
Leones que demuestran ser como niños malcriados carentes de criterio. Infantes caprichosos que, malacostumbrados rompen sin contemplaciones preciosos juguete. Que requieren de rellenar su esencia vital, ( la cual extraviaron u olvidaron, despreocupados o amnésicos), por un sinfín de supuestas necesidades que quedan muy lejos de ser prioritarias.
Son eyaculadores precoces que, insaciables, necesitan auto-engañarse y creerse útiles salvadores, precisan cubrir su inexperiencia, su desconocimiento o poca práctica amatoria; copulando y copulando… malamente jodiendo y jodiendo, pero siempre quedándoles al terminar cada roto de sus tareas, la punzante agonía de la soledad y el vacío carcelario que representa sentirse diminutamente solos.
Los mayores y más desalmados asesinos. Los mayores y más déspotas tiranos han solido y suelen ser, grandes enfermos que perdieron el conocimiento de su origen conjunto con el resto, extraviaron la dignidad de reconocerse igual de humanos, son la suma de los peores instintos junto a la nefasta utilización del raciocinio. (Creo que la humanidad acaba de iniciar el salto al mundo de la razón, posee todavía más de animal de lo que prefiere reconocer).
Hay hombres que afianzados en el poder, (tanto visible como fáctico), no sopesan la consecuencia de sus decisiones, requieren de la opresión a otros y el mando, para tapar o disimular sus debilidades; son seres faltos de reconocimiento y aceptación de sus propios errores, de su propia verdad.
Incapaces de controlar si hay suficiente razón para sus leyes o demandas, o valorar el efecto posterior de sus decisiones o el peso intrínseco de sus argumentos o prejuicios, destruyen hasta a su propia familia y a su propio hábitat; se cagan encima de los seres que dicen que aman y sobre su casa. Suplantan su miserable verdad por la extorsión, el poder y el dominio.
Consigo entender a esa parte «anihumal», el mal funcionamiento de este mundo; sus desfases; las violaciones de cualquier noble derecho, su violencia incontrolada y extrema, las tantas separaciones hechas y que resultan lastre y perjuicio, el inmenso egoísmo que impera en todos los seres, definiéndonos como habitantes del cosmos repletos de idiotez; perjudicial idiotez que convoca a las realidades detestables y permite que se incrementen y persistan aquí, permanentemente presentes.
Para comprender el existir de trabas y dificultades parto desde dentro de mi propia casa, la cuestión y solución está anclado en mi epicentro. Rebusco en los pensamientos y las respuestas que yo tengo y ofrezco a cada instante y en cada uno de los días.
(Suelo pensar que estaría bien, sabiendo algunos lo que seguro conocen, que se atrevieran, en sus respectivos y nacionales debates parlamentarios, a exponer abiertamente la incongruencia de las decisiones socio/económico/políticas que nos imponen, así reconociendo que tales medidas y decisiones sólo se toman a base de sabotajes, primas, chantajes y extorsiones, se toman a sabiendas de que simplemente benefician a unos pocos; nada importando si las decisiones tomadas van en perjuicio del pueblo al cual representan. Estaría bien, sería fenomenal, que se abstuvieran de una vez por todas de un decir a medias con cifras etéreas y omitiendo compañías, lobits y nombres, o de procurar mantener la educada e ineficaz diplomacia implícita en su cargo.
La tierra es suficiente rica como para abastecernos a todos. Los números evidencian tal hecho, tendría que crecer mucho la población mundial como para dar unos índices de natalidad insostenibles, faltan todavía por nacer millones de ciudadanos para entrar en quiebra alimentaria. Existen suficientes avances tecnológicos como para lograr que sean productivas las partes que se determinan como improductivas en este planeta; los estudios científicos cantan. Disponemos de gente cualificada como para efectuar una verdadera revolución global. El saber de éstos, aunado a una conciencia responsable y honesta, procuraría una eficiente estructura tecnócrata que nos garantizaría las mejores decisiones en cualquiera de los ámbitos a tratar).
«El hombre se niega a encontrar el edén».
318-omu G.S. (Bcn. 2014)