Dentro de la cama
-todavía los ojos latiéndonos cerrados-
nuestros pechos acometen cercanos;
se besan mientras se aplastan.
Ambos sexos, hambrientos, se buscan,
pasionalmente nuestras ganas se entrelazan.
Pretendemos rescatar del onirismo puntual
aquellos números que anudan
pero son liberadores;
deseamos acercarlos hasta el son tangible.
Queremos que se abran los poros
y completar el círculo -deleitarnos con tal eternidad-
para multiplicar y acentuar nuestros sentidos.
(Antes, tantas veces me dijiste que te encanta
desplazar los cojines de su sitio,
a mi lado enmarañar y humedecer las sábanas.
Nuestro sudor exclama alto,
ya despertó con sus gemidos
a los gallos dormidos así como al alba).
Renovados tras el juego y el descanso
ya renacen nuestros cuerpos;
resucitan al ser mojados; por la claridad del agua.
(Dentro de tu mirar, complacida,
danza y danza la alegría;
al paso tuyo toda la gente se contagie de ella;
padezcan de vitalidad
y manden en sus días las sonrisas,
al cruzarse contigo, en cada una de sus jornadas).
Juntos descorremos las cortinas
y subimos las persianas,
todas las estancias de la casa
bien reciben a la mañana.
Y el salón que callaba, oscuro,
es vestido de azulados y calabazas.
-Nuestros oídos oyen…
solamente es la luz la que les habla-
(Descolgamos de las nubes tantos sueños
que el reverso del infierno
decide al fin tomar la palabra).
Al tiempo que en la cocina
nuestras manos atienden a los cuchillos,
cuando partimos con su filo serrado,
en dos mitades, las naranjas.
Ahora sorbo el zumo preparado…
antes también sorbí.
Permitirme que aquí omita el deciros
cuál es el néctar que más me complace.
318-omu G.S. (Bcn. 2014)