Tres paredes y una reja: mi prisión.
La primera pared la conforma
una angustia extrema.
Otra está levantada
por una honda tristeza
que achica el ánimo dando ceguera.
La tercera se alza derecha y resalta mi encierro,
cuándo surgen sin llamarlos amargos recuerdos,
que implacables me oprimen y asfixian
solapando los claros que enlucían el cielo.
Es mi ánimo ahora, sombra de lo que fue.
Fundida toda luz que cabía en mi mirada,
la oscuridad máxima cubre el sol de mis ventanas.
Hunde su alargada y destructiva opacidad…
Y me roba los frutos.
Y devasta prósperos cultivos.
Y deja seco de agua
el manantial que es mi alma,
igual como aniquila
la escasa virginidad que me quedaba.
Cruel el llanto.
Y sucia está. Y negra es
la prisión que hoy me secuestra;
presume de ser pozo, (pozo vacío).
Desde muy adentro,
suena de fondo, brota un lamento;
como reja queda una canción.
Cuyo estribillo describe
cuánto de amarga resulta una despedida.
Pregunta alto con voz quebrada:
¿Dónde quedó tanta ternura?
¿Por qué murió la comprensión?
Canción: Bolero
contando acerca de un adiós
que rechaza retornar al saludo.
Resalta espacios que estuvieron llenos
y hoy padecen la fiebre de los agujeros.
Relata la fortuna de un condenado
cuya sentencia es un inmenso vacío.
Entona con un deje partido
una triste y vocal misiva:
Como de grande es el hueco
en que un hombre habita.
Como dentro de él
cabe tanto y tanto dolor.
318-omu G.S. (Bcn.2014)