El tren

el tren
El tren recorre sus vías; rueda y rueda. Igual efectúa paradas y descubre equipajes itinerantes a los que recoge como deja atrás semblantes variopintos y el trajín de poblaciones.

El tren carga y reparte correspondencia, y también, transporta y despide viajeros, educaciones, conocimientos y culturas, dentro y desde el cubículo de sus vagones.
Entre silbidos que saludan y al tiempo advierten, y un traqueteo que adormilante nos abduce. El tren restaura sus ambientes mientras visita y se empapa de paisajes.

Su movimiento alimenta perímetros marítimos, muestra fotografías de bañistas y cangrejos, e incluso aquellos horizontes que son todavía una ficción, que viven intangibles pero que están por encontrarse. Le sopla secretos a los girasoles que giran como faros, dándole hermosa estampa a extensas planicies, y escucha la charla de las aves, y reverencia, cortésmente, la sublimación de los elementos, cuándo el firmamento al querer besar las cúspides rocosas, le permite a las montañas elevarse.

El tren, si fuera tirado por carbón; mientras sueña raíles tose humo -cualquiera diría que padece de bronquitis, que usa pipa y es un fumador empedernido-

Y ni el aire -como el mismo cielo, al transformar diseños hasta zamparse como golosinas las nubes-  no puede sujetar por mucho tiempo las figuras que, del tren, sus humos forman, cuales deleitan e inspiran para que aparezca la imaginación… De la misma luna que lo atiende prestándole su cara noctámbula. O del sol, cuándo majestuoso, doblega a la nocturnidad e invoca para él a la mañana.

¡viva la comunicación!

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