Amigo del hielo, de la lluvia, de la niebla, del rocío y de la escarcha; cómo no, amigo del agua… Sumo gotas y formas allí donde me encontrara.
Escucho igual a las campanas que a los tambores o a los cencerros, lo mismo oigo el aire cuándo pasa y sale desde dentro de trompetas o de flautas que a las cuerdas que saltan dando vías sonoras a una guitarra o a las que el cosmos insiste en hacer vibrar.
Amigo y compañero de los gallos y del alba, de los crepúsculos visionarios, del aroma y gusto amargo e intenso del café, adicto y amigo de las letras, de los buenos postres, de la energía que se adereza con algún pellizco de calma. Amigo de equivocarme con mis actos o con el habla, dañando o confundiendo, aún sin querer, a otros pasajeros que en este viaje también me acompañan. Amigo del trazo imperfecto que avisa al ser que le queda trabajo y que el esfuerzo reclama.
Enemigo del sofá y de la cama que lastraran inundándome de pereza, del tic-tac monótono que causa arrugas; del tono que envejece al contar las horas apoyándose en un reloj, de cretinos que creen que lo saben todo, de cotilleos que enferman familias y vecindarios, de utilizar el pensamiento cuándo danzo o de escupirle a quién me advirtiera o aconsejara.
Amigo y enemigo de todo lo que existe o está por descubrir; no abandono el entretenimiento; juego a tener supersticiones ancestrales para lograr saber donde está enraizado mi hombre, si el siglo veintiuno que piso me corresponde.
318-omu G.S. (Bcn. 2014)