Logré vivir
apartado del influjo soporífero de Morfeo,
alejado de aquel morir dictatorial
cual enjuicia y sentencia
con cierto menosprecio.
Logré vivir ahuyentando el son pretérito,
asiendo cada giro de la vida con amor,
y negándole a Cronos;
el pulso de mi vejez -la cual pretendía-
la caducidad universal…
Escondiéndole la arena de las playas y desiertos
dentro de tantos latidos auténticos
que todavía, hoy, él desconoce.
Cerrándole -con vueltas virginales-
el cofre de los números;
ocultándole la cultura de las matemáticas
en que se afianza,
con la que nos araña y destruye cuando cuenta.
Tapándole las sombras que pronostican
arrimándose a la luz del sol,
o el arte estrellado del firmamento
con sus delatadoras constelaciones.
Logré detenerme, recordar y sobrevivir,
desgrané un principio sin final,
recuperé la esencia más longeva
¡la inmortal!
esa que, por derecho natural,
asignada por la misma existencia,
a todo enamorado de la vida le corresponde.
318-omu G.S. (bcn. 2014)