Inteligentes y estilizados delfines surcan los océanos mientras saltan las olas que son comba. Gaviotas y pelícanos indagan la escritura que guardan como libro las nubes, y la retienen en sus plumas para relatar esa tanta sapiencia mediando sus alas. Cangrejos aferrados a la consistencia terrenal, arañan con sus pinzas y esculpen ¡son escultores!, con su gracia lateral dibujan las rocas dejando su impronta. La arena y el sol y la sal convienen en prestarse como herramientas para que cuenten su historia.
La tierra cautiva a la lluvia y los rayos del sol; usa su mejor canto y los llama. Quiere que se acerquen hasta tocarla; ella nos cuida; para poder darnos, antes se alimenta.
Hay hombres que justifican su absurdo y amasan fortunas, piden más de lo que precisan aun a expensas de pagar un coste innecesario; su Dios es YO, se deben al peor de los egos, aunque le restaran a la tierra claridad y su hacer cubriera con una niebla de azufre pródigos bancales, campos ya sembrados, ellos mantienen su posición, ellos demandan, ellos insisten.
Jirafas que llegan a acariciar el cielo antes que lo hagan los hombres. Rinocerontes que vagan desamparados por la sabana, ya hecho de polvo su cuerno. Gansos que se elevan aleteando y traspasan cumbres inhóspitas por heladas. Marfil tallado y medio oculto sobre un estante y pequeñas trompas que mastican el polvo de la deriva. Tortugas con brújula, con mejor radar que los que les da la tecnología a los hombres. Tortugas capaces de cruzar los océanos hasta tomar el respiro en aquella costa que anhelaban para su mañana.
Aquí en la tierra ¡animales!, aquí los hombres; confundidos, suicidas e infantiles, mirando y remirando, todavía pretendiendo entender el mapa.