Del pueblo; el rugido,
un salto y el mordisco,
queda demostrado
que las demandas mediante el diálogo
ni sirven absolutamente de nada
frente a la tozudez propia de estos casos.

Solicito juicios justos.
Guillotinas para que razonen de una vez,
o rueden las cabezas, ya cortadas.
Hogueras que adecenten.
Quemas que, como recordatorio de igualdad,
incendien renegando de la inquisición que asola
con su diversidad de túnicas.

Que sean reventados los candados
o devueltas las llaves
de los tantos cofres sellados por la avaricia.
Que se sirvan las riquezas escondidas
para dignos menesteres:
Dar cobijo a la vejez y al desamparado e indigente.
Restarle impulso al hambre
y salvar de enfermedad más allá de meras palabras.
Que las causas ruines se esfumen
y el plomo vuele, se aleje del pueblo,
abandone su instinto pesado
y dejemos de recibir la carga y opresión sucedida
bajo invisibles yugos y cadenas
que torciendo el mejor gesto de las bocas;
aprietan y devoran y torturan y sacrifican
sin ninguna contemplación.
Que la libertad retorne, vuelva a ver la luz,
vuelva alejada de categorías y distinciones
y sean honrados y nombrados como perennes
los mismos e inalterables valores para una educación.

No arrastremos el caos que converge en directrices o códigos obsoletos que alimentan límites y fronteras.
Del pueblo; la calma ceñida a sus voces conseguido ya el sueño. Consciencia de conjunto y barreras demolidas pues resurgió el respeto, situándonos a todos a ras del agua y tocando el cielo.