Sed de lluvia

sed de lluvia...

Las madres le agradecieron al universo los hijos tenidos (consideraron la deuda. De él, loaron su gracia).
« Son bienvenidos todos los frutos que nos acercas. »

Pero, el universo, empedernido altruista evolutivo, renunció a las ofrendas, no quiso saber sobre cuestiones de deudas y, descartándolas, más hijos les dio.
Los padres, conscientes de su enorme responsabilidad, instruyeron a esos hijos ante su inexperiencia (tomaron las herramientas y descartaron las armas).
« Marchen al frente; el valor, el esfuerzo, el tesón y la confianza, pues, todo resulta campo al que recordarle que su fertilidad merece la siembra y la consiguiente cosecha; no existe aquí para ser pérdida. »

Las madres, amaron y aman a sus maridos, al campo y a sus hijos, se abastecen del concepto de familia, retienen en su esencia tanto como en su vientre el poder inigualable de la gestación ¡ellas recuerdan aunque no lo pretendieran!

Los padres, sujetos a la imagen del árbol robusto, resaltan la utilidad de la testosterona y sus músculos ¡edifican, esculpen y forjan!, educan verdaderamente, cuando sosteniendo dentro de su alma el arte de la labranza, gesticulan aferrados a la suerte equitativa, entregados al lenguaje llano de una mirada y repletos de amor.

La madre y el padre son pan para sus hijos… Nunca vertamos ni una pizca de veneno sobre o dentro de los alimentos que serán servidos en cualquier mesa.

Los campos: la tierra misma es nuestra recompensa; reconozcámosla, padres y madres, antes hijos, como un maravilloso regalo y como bendición.

¡viva la comunicación!

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