Protesto.
Aparecemos confusos, pasivos;
como si recorriendo
una ardua travesía por el desierto;
aceptando lo que viniera,
siendo hijos del desconcierto.
Permitimos.
Toleramos la incompetencia,
convenimos en que sea erigida
una torre altísima
sin fundamentos adecuados ni firmeza,
a la que mal nombraremos, Justicia
-faltándole el respeto al significar,
contrariando la esencia y dignidad
que converge y requiere tal palabra-.
La corrupción impera a sus anchas,
origina un sistema ineficaz
cual esconde sus fallas
y no rectifica ante la evidencia
de sus tantas carencias:
El verdadero traidor, corrupto y asesino
no es el hombre que roba un mendrugo de pan
o reclama sanidad o demanda una vivienda,
es aquel otro que, desde su posición privilegiada,
ambicionando tanto de innecesario,
tortura, daña, violenta y humilla,
quitándole el oxígeno a su especie,
mientras vocea, con timbre sádico
«viva mi dios de metal o papel,
¡salve el egoísmo!»
… y amputa miembros
-dando mesas borrachas: las que abrochan peligro
tambaleándose sobre tres patas-.
… y destripa equilibrio y cancela bienestar,
–al añadir extremos que hacen mella
y que figuran como insoportables-.
Acosado por una cercanía
prescindible y quejosa,
que siempre acude,
que nunca es ajena,
que siempre me toca
cual le corta a parte de mi familia
la alegría que corre por sus venas…
combato con mi escaso saber de abecedario.
318-omu G.S. (bcn. 2015)
Muy buen poema Ksilbo y la foto que lo encabeza tiene fuerza, mucha fuerza. Gracias 🙂
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