Aliadas de los bares.
Ocupando terrados,
calles, jardines y plazas.
Aupándose o descendiendo
por los patios de luces;
vistiendo al susurro
o subidas al grito.
Desgastadas por machitos
que sacan pecho y cacarean,
más tarde quedando retratados
con pintalabios y falda;
como soberbios cobardes.
Mal utilizadas
por vecinas crueles
y chiquillos inmaduros.
Herramienta indispensable
de esos vendedores extremos
que llamamos políticos,
cuales, como «faustos» errantes,
le vendieron, barata, su alma al diablo.
¡Lenguas!
¡Lenguas. Lenguas!
¡Lenguas. Lenguas. Lenguas!
Tantas veces culminando
como testimonio enrarecido.
Muchas Lenguas se jactan
y hablan y hablan: ¡Charlatanas!
Presuponiendo.
Inventando certezas.
Disimulando sobre su poco un mucho.
Dejando a más de una oveja
sin establo y trasquilada.
Alejadas, por completo,
del diálogo y de la comprensión
que concede enseñanza.
Lenguas que…
Enjuician, manipulan y enredan.
Lenguas interesadas.
Lenguas envidiosas.
Lenguas venenosas.
Lenguas traicioneras.
Lenguas
que trajinan embustes o medias verdades,
que comulgan con la confusión
dándole sentido
a los laberintos y a los trabalenguas.
Lenguas
siempre escondidas en la trastienda.
¡A esas lenguas me refiero hoy!
A esas muchísimas lenguas retrasadas;
lenguas miopes, estrábicas o ciegas
a las que resultan;
daga afilada,
tijera y bala
y papel mojado.
A las mismas que
siendo símil de inoperancia,
clara muestra de castración,
destituyen la magia cabida en su don
y desmereciendo su opulencia
nada saludable proyectan.
A esas que
obstinadamente espinadas
maltratan las almas
hasta que éstas enferman.
318-omu G.S. (bcn. 2016)