«Tanto la guerra como la paz acaecen dentro del individuo y luego afloran sobre este mundo; nosotros somos los que, según decidamos o nos dejemos llevar, moldeamos cada realidad»
Más allá de las nubes existe un rincón para ti, que todavía estás. Amaste a tu manera, viviste a tu manera, sabes dejar huella aun delante de tanta incomprensión. Tus lágrimas suelen ser silenciosas, pero mojan. Ya hasta los precipicios, así como los vuelos, se desvanecen, es el privilegio o desastre con que a todos, de una manera u otra, nos paga la edad. Estás allí donde los nombres, las acepciones y los pasos dados abandonan hasta el ser recuerdo, inclusive imposibilitan para soñar. Todavía me enseñas, aún dentro de tu enfermedad y vejez: gracias a ti comprendo una nueva visión del «carpe diem», a la que no sé, de cierto, si llegaré. Hoy y siempre restarán sólo que sólo abrazos; aquí estoy: agradeciendo tantos detalles y prismas que volcaste en mí, y que crecen como semilla dentro del arte omnipresente del evolucionar. La suerte de sentirte no tiene precio, padre; yo soy hijo, y aquí me tienes como tal, pues sobre esta tierra todavía labramos, afianzados dentro del irrefrenable continuo del recibir y el dar