Genesis (The carpet crawlers)

—traducción al castellano de «The carpet crawlers» (Peter Gabriel)—

Hay lana de cordero bajo mis pies desnudos.
La lana es suave y tibia
da algún tipo de calor.
Una salamandra se lanza a las llamas para ser destruida.
Criaturas imaginarias nacen atrapadas en el celuloide.
Las pulgas se aferran al vellocino de oro
esperando encontrar paz.
Cada pensamiento, cada gesto queda atrapado en el celuloide.
No hay escondite en mi memoria.
No hay lugar donde esconderse.

Las paredes están pintadas de rojo ocre y tienen extrañas insignias; algunas lucen como ojos de buey, otras como pájaros y botes. Más abajo en el pasillo, él puede ver a algunas personas; todas de rodillas. Entre suspiros entrecortados y murmullos ellos pelean, en cámara lenta, para moverse hacia la puerta de madera al final. Habiendo visto los cuerpos inanimados del Gran Desfile de los Envases sin Vida, Rael corre para hablar con ellos.

Los que se arrastran cubren el piso en el corredor rojo ocre.
Viendo por segunda vez a estas personas, ahora parecen más animadas que antes.
Se mueven hacia una pesada puerta de madera
donde el ojo de la aguja está guiñando, cerrándose sobre los pobres.
Los que se arrastran por la alfombra escuchan a quienes los llaman:
“Tenemos que entrar para salir”
Tenemos que entrar para salir
Tenemos que entrar para salir”.

“¿Qué está pasando?”, le grita a un monje susurrante, el que bosteza y responde, “Aún falta mucho tiempo para el amanecer.” Una esfinge llama su nombre diciendo “No le preguntes, el monje está borracho. Cada uno de nosotros está tratando de llegar a la cima de las escaleras, una salida nos espera allí.” Sin preguntar cómo él puede moverse con libertad, nuestro héroe se lanza valientemente a través de la puerta. Detrás de una mesa llena de comida, hay una escalera de caracol que llega hasta el techo.

Sólo hay una dirección en los rostros que veo;
Miran hacia el techo, hacia donde dicen que está la cámara.
Así como la lucha del bosque por la luz del sol, la que echa raíces en cada árbol.
Ellos son empujados por su magnetismo, creyendo que son libres.
Los que se arrastran por la alfombra escuchan a quienes los llaman:
“Tenemos que entrar para salir”
Tenemos que entrar para salir
Tenemos que entrar para salir”.

Superhombres de suaves modales están atrapados en la kryptonita,
y las vírgenes sagaces y tontas ríen con sus cuerpos brillando.
A través de la puerta, un festín es iluminado por la luz de las velas;
Es la parte inferior de una escalera cuya espiral se escapa a la vista.
Los que se arrastran por la alfombra escuchan a quienes los llaman:
“Tenemos que entrar para salir”
Tenemos que entrar para salir
Tenemos que entrar para salir”.

El maniquí de piel de porcelana rajada teme atacar.
El paquete levanta sus jarras – y se llevan todo lo que les hace falta.
El líquido se ha congelado, filtrándose a través de la grieta
Y el diario toma su espina.
Los que se arrastran por la alfombra escuchan a quienes los llaman:
“Tenemos que entrar para salir”
Tenemos que entrar para salir
Tenemos que entrar para salir”.

«Holi» -primavera, amor y colores- (bcn. abril/14)

Ayer disfruté; compartí con tantos otros la fiesta del «holi».
Bañé la sobriedad de mi blanco, con un salpicado de diversos y vivos colores.
Pude danzar y liberarme desentendido de formalismos; esparcir y recibir el polvo mágico de los tintes y, dejándome llevar por rítmicas melodías y percusiones tribales, renacer en esta fiesta/recordatorio que resalta la comunión que existe entre todo.
Mi ayer aconteció como un hoy festivo -que espero perdure- pero lo que más me agrado fue ver, que cada ser congregado, aún por un breve espacio de tiempo, se deshacía de ese tono que nos separa y hasta vuelve malditos; del yo que interpreta y comprende lo que sucede, siendo propio y jactándose de ser exclusivo.
Ayer… disfruté al reconocerme en los otros.

(I)
Primavera, colores y amor;
holi, holi, holi:
leyenda hinduista que resalta,
cuánta es la fatalidad
cuando un hombre olvida su condición
y pretendiendo ser como una deidad venerado
hasta sacrifica a sus propios hijos.
Holi, holi, holi;
sobre como el bien existe
e intercede y vence al mal.

Holi, holi, holi;
estampar una pieza de nuevo;
¡renovación!.
Deshacernos de abstractos e inutilidades;
un respiro, ¡renacer!,
sentirnos livianos y emprender el vuelo.

(II)
Dentro de este orden que impera cambiante;
limpio y redecoro las caras de mi hogar.
Apilo trastos inservibles,
con todos ellos alzo una gran torre,
la cual prendo siendo pira.

¡Quemen!,
tras las llamas que no quede
ningún resto que ensucie lo ya pulcro
-humo, carbón u hollín-
que ennegreciera las mejores visiones de futuro.
O, suplantando al aire que respiro
-como goma de borrar-
eliminara los paisajes que lucen
al agriar sus colores,
enturbiando su belleza con grises
propiciando a los hombres y a su senda,
sucedáneos artificiales y la asfixia.

(III)
Lanzad los tintes en polvo,
¡colores!.
Que desplazados por el viento,
alegremente volando,
o diluidos
-mediante el recorrido fresco del agua-
igual enluzcan nuestras vestimentas
como despierten a nuestro ser
cuando, imaginativos, ellos las toquen.

Que así como fuera, cuándo nos impregnen,
nos ensalcen y sirvan a todos
los que en esta suerte caigamos,
de bendición y recordatorio.

Hay más vida que aguarda
detrás de la solitud de mi yo;
la decadencia sólo aparece,
si las personas, siguen el rastro cobarde
temiendo reconocerse.
Poco atrevidas, no se sinceran y eluden
la renovación, por la que claman las mariposas,
el pan divino que alienta el progreso
y brinda nuevos escalones
mediante el hermoso juego universal
de la metamorfosis.

318-omu G.S. (Bcn. 2014)