Las palabras, algunas veces, son laberintos perfectos, complicadísimos y difusos. Ellas pueden dirigirnos hacia el altar más envidiable o retarnos a la guerra más destructiva; creo saber que una mirada, cuando se nos obsequia de frente, sincera, es capaz de expresar mucho mejor que aquella comunicación que habilitan las enciclopedias.
Cuantas veces nos ha pasado que en tertulia de madrugada, tras compartir letras, palabras y frases, el silencio se adueño de la cita así estando lo que más nos lleno.
¿Preferimos darnos a conocer por lo que decimos o por lo que hacemos?
Aún reconociendo el lenguaje de las palabras como un delicioso juego de composiciones con el que disfruto y al que me encanta jugar, también lo entiendo como un juego peligroso y complejo. Quizás si fueramos conscientes de la importancia de los aspectos sensitivos algo aquí andaría mejor.
Pueden resultar una parte del raciocinio que proporciona irracionales acontecimientos, sumiéndonos en la desesperación de creer ser más o menos, de sumirnos en la inseguridad al sentirnos inferiores o ser ególatras coronados actuando de anfitriones en un reino donde el eje primordial es el dominio. El mismo raciocinio que nos capacita para la asimilación y la conformación o reatauración de antiguas y nuevas palabras puede llevarnos de igual manera a ser la mano ejecutora que propicia destrucción. Somos noveles en el arte del raciocinio, es una herramienta reciente cual estamos por aprender a usar para sacarle mayor y mejor rendimiento.
Resulta interesante disponer de cada una de los utensilios para preparar los alimentos, una buena comida, pero hay que saber para que sirven, aprender a utilizarlos. Así es como pasa con muchas de las posibilidades que dentro de nuestro vivir humano se nos presentan; ante todo hay que aprender a utilizar las herramientas de que disponemos. Pensamiento, palabras, sentidos y emociones; no se trata de controlar siendo antinatural o poco espontáneo. Sí que deberíamos saber utilizar consecuentemente, complementándose, cuchillos, tijeras, escurridor y cucharillas para favorecer gratificando nuestras vidas.
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El hogar no está alegre si falta alguno de sus miembros. En mi familia valen y queremos a todos sus miembros…..no importan formas, ni colores, ni creencias… absolutamente todos somos herramientas y espejos.
Las palabras no son meros instrumentos para la expresiòn de un ritmo, desde el interior de una cadencia. No existe un propio raciocinio oscuro y otro claro. Nunca el cerebro dejò de estar ahì. El autoconcepto me replica dolorido si no siempre la razòn le doy. Palabras, ideas que por el viento pululan y que hago mìas cuando actùo. Conducta es escribir. Lo ha dicho Skinner. El mentalismo exagera en su crìtica a mi parecer. La Palabra, el Verbo en el inicio de todo. Nosotros es. No se puede cambiar tu palabra a conveniencia. No màs golpes de pecho, pues. Y la ajena, si aversiva serà todo menos eso, un impulso, un empujòn. Estamos en la frontera de la vida de los demàs. Un, entonces… ni ellos, un alivio, un deahogo… ni nosotros.
Muy bueno, me llega como aldabonazo. Que nadie espere, me digo… no obstante claridad cuando la luz desde lo màs hondo me llega sabiendo a quemazòn. Primero uno, despuès inexorablemente uno. Nunca màs uno y màs solo que al final. Es lògico que miremos para arriba. Un abrazo
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