ACUCHILLANDO

A mí tus promesas no me las metas, dan asco las estrofas que recitas enfundado en tus tres mil euros regalados por trabajar a medio gas o sobado, y esos otros cinco mil que con trapicheos has hurtado.
A mí no me vendas un mundo de solidaridad, cuando miras por encima al que va recogiendo para comer de las basuras, y al que entra a comprar ropa en la casa de los chinos.
Púdrete con las leyes que compones y descompones a tu antojo, esas que tan solo aplicas a los que no tienen ni abogado para pagar, que sólo robaron un mendrugo de pan, y a esos otros que son asesinos o ladrones ricos o famosos… Tres dias y déjalos marchar.
A mí no me tercies en tus luchas de intereses, ni a besar tu bandera, ni a escupirle a mi hermano, recuerda que para que lo tuyo sea tuyo, como un esclavo yo y mis hermanos tuvimos que rompernos la espalda construyendo las que dices son tus calles, por un misero salario, sin parar de trabajar.
A mí no me revientes con el exceso de consumo o con lo ecológico cuando el mundo que montas no es nada lógico, y gastas energías en naves que construyes para marchar sobre las nubes y llenar nuestro cielo de chatarra, y permites circular autobuses calaberizando mis pulmones. Tus alternativas si son las que manchan.
Permites transgénicos, pero, eso sí, tú pagando a precio de oro los productos biológicos.
Una máscara en tu alma, que cada día para ti son carnavales y no respetas ni a dios ni a su madre; santigüate hipócritamente ante los tuyos sin renunciar a tu fe por el poder y tus miserias, te escondes y te escondes para no sentirte más miserable que la colilla que antes de ayer yo me fumé.
Una daga traidora es tu batuta, escondida en tu fajin, presidiendo el dolor de multitud de naciones, masacrando a un pueblo que, marchando sin cartuchera, tan solo porta el fusil de la quimera.
A mí no me pidas que comprenda tus tantos por ciento. A mí no me cameles con palabras porque se las lleva el viento.
Sólo acuérdate de decirme y demostrarme pronto, y con la humildad que cabe al haber pisoteado al niño, al anciano, y apalizado al indefenso, un muy alto y claro… «me he equivocado, lo siento. No lo voy a repetir».
       

¡viva la comunicación!

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