Presumidamente roja ¡como el fuego!.
Por insaciable era hambre
devorando infatigable;
dulces moras que colgaban en los bosques
e inocentes y prematuras flores esparcidas por campiñas.
De los mares y ríos, grandes peces; magníficos ejemplares.
Como, así mismo, cazaba excelentes venados,
apostada en cualquier risco de esa sierra
que, tan bien, ella conocía.
Presumía de autosuficiencia.
Utilizaba a su antojo
prescindiendo de sujetarse a alguien.
Se salvaba de compartir miedos y dudas,
tampoco precisaba sentirse cuidada,
ni reposar tranquilamente
y apoyando su vida y la cabeza
atisbar la confianza.
Ella se desentendió de soñar junto a nadie,
hubo sido como solitaria la elección de su suerte.
Paseaba sola aún acompañada,
sola descansaba y sola decidía
cuando iba y venía.
(Cada palabra de su diccionario
nunca pretendió tener más que un significado).
Altanera: Al saberse mirada
más aún se erguía su porte, así ensalzando su cuerpo;
desdén servía con este acto,
jamás se giraba su cuello.
(Diosa de un onirismo olímpico
vestía perfectas proporciones,
y al tiempo esclava,
sellada impenetrablemente
por unas formas exclusivas y limitadas).
Selectiva: Elegía escrupulosa los manjares,
nunca se prestaba a tener un dueño;
concurriendo en el festín convenía,
en cómo y cuándo, en el quiero o no quiero.
(Conociendo sus dotes
era sabia en maneras).
Pero hollín acaba siendo
todo lo que antes quemó como leña.
Los otoños resultan muy crudos
si a estos no les esperas.
Y más triste es oír crujir el hielo
cuando el amor no es escucha ni abrigo
asomando tan lejos y a mano
como a nuestra vera.
Y de imprevisto… se hizo noche la mañana.
No aguardó ni al influjo de la luna, (hasta eludió ser marea).
No esperó ni a aquella imantante ensoñación
que portan las estrellas.
Y el triunfo que le otorgaron cientos de amantes,
quedó relegado, resultó ser ahora;
un pasaje banal, ansiedad y desdicha.
Ya dejó de saciarla el canibalismo sujeto a una cama,
el alocado e improvisado desparpajo de conciertos.
El lujo de las cenas erotizadas con billetes
o los palcos de tantos exultantes teatros
en donde ningún verso romántico reposaba.
Ella… ella añoró lo que nunca tuvo.
Recordó palabras hermanas
y le embargo una extraña nostalgia.
Ella, indigesta de juegos triviales,
de champagne, cocktails y buenos vinos,
¡al fin rompió el libreto!,
cedió la plaza ocupada.
Dando un paso adelante,
borró una cuenta pendiente y perdió esa ignorancia.
Opto por, gozosa, amarrarse a una pareja.
Sabedora del sublime ardor
que arroja toda famélica pasión
y hace desbordar el líquido de las copas;
añadió, no renunció ni perdió
ni un pellizco de su fuego.
Descubrió nuevas gracias añadidas
a aquella de quemar y nunca ser dañada.
Miró a su alrededor y pudo ver.
Aprendió a recolectar otros muchos colores
que dentro de ella también tintinaban.
318-omu G.S. (Bcn-2013)