Si pretendieran convenir fiables
los consejos de un hombre
que decidió acogerse al celibato
-ya fuera ornamentado y presuntuoso obispo
o un cardenal enjuiciando altivo
desde la suntuosidad clasicista
que converge en cualquier palacio,
o un humilde y honesto párroco
que, simple, bondadoso y provinciano,
opta por ayudar a sus feligreses-
en cualquier asunto (complejo o trivial)
de un matrimonio civil o eclesiástico.
Si empuñando la cruz como señal
pretendieran tener credibilidad…
respetarían las maneras y las tendencias
que cohabitan juntas en nuestra realidad
y agotando la resta alcanzarían suma.
Si buscaran como parte del clérigo asesorar,
comprender la fortuna de otros seres,
-tocarla al acercarse-
prestarse a los demás
sin el lastre que son las convicciones
que, firmes e inalterables,
se anteponen a credos y deberes.
Si quisieran promover la valía
de su fe de clausura o secular
traspasando los límites, bastante más allá
de austeros mandamientos espartanos
que preñan los presentes de códigos rancios.
Cabe que tales personas con hábito
recogieran saberes por los días
lejos de prohibiciones y pudores,
que prescindiendo de vergüenzas absurdas
degustaran los gritos y las melodías
que toda unión de pareja conlleva.
Pues, más saben los hombres del vino probado
que aquellos que rechazan, por abstemios, la cata,
que tan sólo perciben los sabores
y embriagantes fragancias,
mediante la instrucción que recogen sus oídos
y las explícitas referencias
que hay en muchas páginas de tantos libros.
Y es que siempre será mayor que otro el saber
-al respecto del líquido citado-
el de aquel que descubrió, al saciar su sed,
el toque de la madera o el balsámico y a resina
el floral, el especiado o el del cuero
o aquel trasfondo a hierbas o a frutales,
que al remojar nuestros labios
y recorrer nuestro interior
-con dicción cifrada por grados y terciopelo-
aporta notas al aire y dentro del cuerpo,
sustancias e increíble potencia,
que añadiendo vigor y también huellas
extiende nuestros pasos nutriendo las arterias,
que añade el ritmo certero y otorga el pulso correcto
a nuestra vida y a nuestro corazón,
presentándose como natural paladeo.
318-omu G.S (bcn. 2014)