De vuelta. Ya cansado.
Necesito marchar. Vagó y volvió
con el alma y los pies endurecidos;
tras andar entre lobos y corderos
y, esquilando a ambos,
con su pelo y lana
hilar y hacer ovillos.
Retornó. Tras exorcizar asfixias
y con paciencia tejer aquel calor
que pudiera darle a él
y luego a otros,
aliento próspero y abrigo.
Se me acercó tras largo tiempo
-le eché en falta-
después de emborracharse repetidamente
y confesar su verdad a un montón de extraños
eludiendo tapar miserias y escondrijos;
en medio de la ciudad
sentado en bancos públicos,
o perdido dentro de antros laberínticos,
contándole a tantos otros hombres
que padecían de su misma sordera;
ociosa o enfermiza,
adictiva, viciosa y etílica,
los porqués de sus circunstancias y cojera.
Antes de hoy -hoy de un él que conversa con voz propia-
hizo hervir, congeló sus sentimientos
y encubrió sus emociones.
Removió alimentos y basuras
y limpió la grasa incrustada
en su vida y utensilios.
Visitó los abismos más profundos
y le hurtó el tridente al mismo diablo.
Aleteó con ganas,
intentó palpar la virginidad
que copulaba con los ángeles,
la que enredada con la creación,
aguardaba doblada en, del firmamento,
uno de sus bolsillos.
Retornó a mí.
Volvió a su hogar con buena vista,
al fin aprendió a ver y leer
lo tanto de simple, cercano e inmenso.
Retornó con el saber de haber vivido,
de llevar, en esa hora a cuestas,
mil libros excelentes aún ni escritos.
Retornó.
Tras despilfarrar y pedir limosna.
Tras malbaratar lo de los demás y lo suyo.
Tras pisar blandiendo la crueldad y el sarcasmo
abanderando al egoísmo.
Tras desplomarse, estando a solas,
ante el cristal delator de algún espejo,
al reconocerse; rufián, traidor y malherido;
una figura geométrica fugitiva del conjunto.
Hoy me encuentro con él
y al observarlo siento,
que esa ausencia que lo retuvo
y mantuvo alejado…
nunca más lo apartará,
ya jamás ha de volver.
318-omu G.S. (bcn. 2014)