Nací preconcebido para el rastreo,
resumido como ser de explorador.
Predispuesto para abrir el abanico
que ventea descubrimientos,
escarbo entre la maleza densa y austera
o desvelo la grandilocuencia de lo ya sembrado,
e incluso me embriago al palpar el polvo
y las telarañas pegajosas que se esconden
-dentro de los huecos y por los rincones-
de la verdad delatora que enclava
con certeza ocular y lumínica.
Nací para morir seguido
preparándome para no desfallecer.
Muero embargado por aquel cansancio
construido a base de pautas y griteríos vacíos.
Perezco -otras veces-
ante los gases embaucadores
que irrespetuosamente esparce la monotonía.
Nací.
Para descubrir.
Para morir.
Para ser inacabable
e instructivamente renacer sin demora.
Renazco
por creer en la audacia y en quimeras.
Renazco cuando encuentro espacios
repletos de sonoridades novedosas que sorprenderían a cualquiera.
Renazco y estallo a la par
-como navegante-
que ambidiestras burbujas
cuales mientras se engrandecen y deforman
y danzan y flotan,
alcanzan el sentir de la unidad de tantos mundos
al renunciar a las limitaciones y a las sombras.
318-omu G.S. (bcn. 2015)
Chapó 🙂
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