Atreverme.
A flotar y a caer.
A besar y morder
el universo que me vela.
Atreverme.
A ajustar mis impulsos y a reconocerme ante los espejos.
A cargar con el peso tanto de los sentimientos.
A empujar el enorme carromato
que saciado hasta los topes es la vida
— brillante y opaca,
oscura y multicolor,
asalvajada y adornada,
alentadora y variopinta —.
Atreverme.
A soltar o sujetar
los actos que portan aciertos
y los hechos dantescos e inoportunos.
A ser un dardo que viaja hasta que impacta
o una diana claramente delimitada pidiendo una cita.
A palpar la ingravidez inconsistente de los sueños
y a despreciar la solidez inquietante de las esferas.
Atreverme — asociado con el gesto sincero —
a mirarte a los ojos
y decirte cuánto te amo o cuánto te odio.
A saberte distante y desearte hasta la ternura.
A clavarte mil estacas puntiagudas por reconocerte demonio.
Atreverme a ser acorde falto de voluntad,
a dejarme guiar y asir por otros.
¡ Atreverme a confiar y a ser locura !.
A volver a mi animal y abandonar razón…
para encontrar un vergel donde manden fuentes.
Atreverme a desguazar las previsiones y la cautela.
Atreverme a soplar las velas cada año
y que siempre asomen éstos, como, pocos, pocos, pocos.
Atreverme a ser, joven, joven, joven,
mitad realidad, mitad cuento;
intempestivamente joven,
eternamente joven;
una pieza restaurada,
una innovación que jamás pronuncia «viejo»:
Aunque el asunto se me levante menos veces
y mis cabellos ambicionen marchar cayendo como hojarasca
y las articulaciones crujan, torpes, delatando estar desengrasadas.
Atreverme — así de frágil —
a lidiar con derrotas corpulentas;
como un copo que cayó y, al presentir su fugacidad,
animado degusta cada uno de los misterios
y conversa con todos los elementos de la tierra.
Atreverme — así de casual. ¡ Persistente ! —.
Hasta decir adiós frente al sol,
ante una primavera cardinal
o la fogosidad febril del verano
o la serenidad otoñal
o los mimos acuosos de un invierno.
Atreverme a creer en el «hasta luego»
a denunciar la estanqueidad y a renunciar al yo mortuorio.
Atreverme.
Al ritual clandestino
y al imprevisto colosal que lo gira todo.
Al jolgorio que invoca a los amantes a romper las partituras.
A padecer la certeza del hallazgo
y quedarme embelesado con la duda.
A venerar la itinerancia y las transformaciones
a que me somete cualquier fuga.
Atreverme a apostar mi palabra y mi silencio a una sola carta.
A proseguir adentrado en la corriente
y alimentar a mi nada insignificante
haciéndola mayor.
318-omu G.S. (bcn. 2015)
Atreverse suele conllevar muchos éxitos que no se tendrían de no hacerlo…
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Vale la pena correr riesgos, de otro modo sería dejar de vivir.
Atreverse… ¡ a besar y darle abrazos a cualquier ser desconocido !.
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Siempre que no te partan la cara por ello, porque tal y como está el mundo, aunque yo esté deseando hacerlo, me retrotrae el miedo a la reacción del otro. Hace poco vi en un parque varios jóvenes con el cartel ‘Abrazos gratis’. Si no llego a ir acompañado me hubiera abrazado con todos. Soy un mimosín en potencia, jajajaja. Pero hay gente que no entiende nada, de hecho muchos les miraban raro…
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Igual que se han perdido muchísimos de los valores importantes se va perdiendo el sentido limpio del humor.
Salud y afecto.
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Y un abrazo y un beso! 🙂
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Atreverse, a cara o cruz, contra todos los males y todos los buenos y sentir, el hermoso vértigo. ¡Feliz juventud!
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Nunca he llegado a encontrar la vara con que unos muchos miden valentía y cobardía. Quedo atreviéndome a ser un humano al que le place pellizcar vida y más vida.
¡ Ya sabes cuánto me alegro !.
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