Minerales indisolubles. (El engranaje)

  huellas-agua

 

(I)

 

Los años pasan por centurias

y las centurias asoman ante estos ojos

como hojas de otoño

cuales reconocen (dando por ciertos)

sus próximos días.

 

Quedan huellas.

Todos los pasos siguen un rastro.

Todos los pasos dejan huella

… y esas huellas

una perspectiva para la lectura.

 

Porque somos barro… quedan huellas.

Porque fuimos y somos agua

llenamos pozos.

Saciamos lagos.

Somos todavía lluvia,

memoria y recuerdo.

Porque seremos aire

daremos respiros.

Igualmente formaremos parte

de la tierra, del fuego que prenda y del cielo.

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DIOSES RISUEÑOS

Os vine aquí a buscar, para compartir unas cuantas risas que nos acerquen a los dioses, así, de paso, nos presentamos, les saludamos, y aún mejor, les conocemos…
-¿que tal dios pascual?, oh!, diosa Elisea; como siempre, tan bien puesta y excelentemente entera.
Jajarajajaja… río Euclístide, dios de los altibajos. Éste, en su vuelo celestial, no cesaba de ahora arriba, ahora abajo… ahora abajo, ahora arriba. Sin poseer un estacionamiento concreto.
Mientras Rescóplodis sonreía saludando al zambullirse dentro del inmenso rubí que tenía a su costado, y al penetrar, disolviéndose en él, resonó un musical «glup» como ocasional y momentanea despedida, sirviendo de divertido epitáfio.
Al tiempo que aparecia por sorpresa y desde detras de una enorme nube, Constaftar, dios habilitado como dios de los remiendos, cual, con su piel azul fosforescente iluminaba, nos servía a los presentes de una luz tenue, de relajante lamparilla que alternando posiciones daba la justa luminosidad a todos los rincones del palacio.
Apareció mostrando una enorme barriga que, como globo, se hinchaba casi al punto de estallar igual que se deshinchaba tanto que parecía iba a desaparecer.
Palacio de los dioses de unos dioses que invitaban al olvido de pesares, a tomar por estandarte a la risa. Palacio que rebosaba divertimento joven y por joven animal. Donde se eludían razones y porqués, alejados de dialécticas explicaciones, donde, por completo, era prefería desbancar cualquiera de las lógica u órdenes establecidos, donde era lider el vasto absurdo carente de raciocinio.
Palacio repleto de joyas atemporales, tan plebeyas como reales, de esa saludable y etérea consistencia que cabe dentro de las risas.
Risas exentas de fecha de caducidad, desentendidas de parasitarias secuelas o de pragmáticos y encajonados conceptos. Risas, ole x ole las tuyas y las mías; nuestras risas.
Jajarajajaja… Reímos con los dioses de la vida, de la constatable y de la que es pura fantasía. Creo en estos dioses, ellos son dignos compañeros pues reconocen, la fuerza que emana en cada una, en todas las que han estado, las que están y las que vendrán, la energía contagiosa y constructiva que emana de cada una de nuestras risas.
Me río y soy incapaz de ver la tierra, tampoco veo el infierno no hay un atisbo de perfecto cielo. Jajajarajajaja… gracias dioses por constantemente multiplicaros, por mostrarme una suma ineludible; la gracia tomando cuerpo, ese graciosamente ridículo cuerpo que se llama alegría.
                                                  palacio de los dioses
 

Lunas soleadas

http://www.youtube.com/watch?v=9lMNzA9vb6k

 

Quiero un sol que caliente y conceda crecimiento ¡niégueseme un sol que abrase!. Deseo un sol, grande y redondo, contento, sonriente, amable y complaciente. Sol soleado y templado. Sol ideal del abril primaveral. O un sol descendido por ese otoño, en que, prematuramente copeando, se componen vírgenes, los valles y mesetas.
Cálida, sol, es tu compañía. Cuando en el frío del presente o del pasado, tú, sin llamar te has presentado para avivar. Siendo el edredón; dándome alivio en la frialdad de una mañana, en que el rocío demostraba el helor intenso con su escarcha. 
Fue una vez en que te observé, sol, medio adormilado; comentándole a la luna, bien de frente. Cuando lleno de verdad corazonada acariciabas sus cabellos mechados con el ocre amarillento de tus besos. Sol, proclamándole amor eterno a nuestra/tuya luna; conversando sobre los pedazos de silencio y los retablos de sueño que debíais conservar y proteger. Entre revolcones, abrazos y caricias, nacieron las estrellas para, entre parpadeos, guiñarnos ilusiones… Y así, de a poco, se multiplicaron y crecieron planetas que serán, por siempre, sus hijos; cuales contemplarán, como testigos fieles, esta, su hermosa y distante locura.
Luna y sol, poseen millares de reinados; gaseosos, líquidos, corpóreos y volátiles, azules, verdes y encarnados. Cortejan cometas centelleantes. Mediante un pacto inalterable ¡sellaron!, el acuerdo de ofrecerse; a regañadientes, irremediablemente: La noche para uno y el día para el otro.
Cuando uno de ellos se acuesta, el final aparece… mientras nace, del otro, el inicio, sea como fuera, ambos siempre viven dentro de un amor constante y temprano; en el horizonte donde parece que todo termina, allá donde las montañas o el mar se despiden diciéndose adiós, ellos se encuentran sin que nadie lo sepa. Se besan, desmantelando el tiempo y distancias. Ellos se aman; adjuntos a la eternidad impresa en el universo, son amantes pasionales e inseparables compañeros.