A considerar hasta que punto, cuando compartimos hasta que exploten nuestros cuerpos, somos conscientes de la energía que igual desprendemos y acogemos los seres con dicho enlace .
A considerar, lo grato que nos puede resultar y lo diferente que es hacerlo, participando en este acto con nuestra total esencia, la del cuerpo ligado al corazón y a nuestro espíritu, así en un acto conjuntados, o solamente disfrutar entregándonos con una parte de éstas que cohabitan en cada ser.
Entregarse y acoger no conviene siendo fácil, podrían existir algunos determinantes que nos limitan a la hora de hacerlo. Indiferentemente a que fueran condicionantes educacionales, culturales, psíquicos o físicos, la importancia está en que pueden impedirnos vivir del sexo plenamente al pesar como una inútil carga, siendo un mero lastre.
Cuándo el sexo se convierte en energía y se puede disfrutar como tal, dejan de existir estas limitaciones, es algo más que un vano hecho carnal, se establece la satisfacción en una esencia colmada y que se nutre de una fusión que puede mucho más que lo que llega a determinar una psiquis, una introducción erronea o el cuerpo.
Podemos brindarnos ante el acto buscando el simple gozo corporeo. Podemos creer que es una opción que la vida nos ofrece sin cuestionarnos si cabrían otras maneras, otras posibilidades. Pero, de buen seguro, cuando uno advierte la plenitud que se alcanza en el acto al entrelazar unificando las variopintas formas de entrega consiguiendo una alianza completa y enriquecedora, es entonces cuando conseguimos hallar una dicha que relega el placer sexual del simple cuerpo a un ínfimo sorbo de los que caben por tomar, es entonces que el sexo no conviene sencillamente siendo carne, fluidos y espasmos, es cuando verdaderamente descubrimos que lo anterior vivido queda anticuado, deviene obsoleto, y así sabiéndonos a poco resulta pobre.
Cada uno sabrá con lo que es capaz de sentirse de acuerdo, cada quién podrá valorar si tiene suficiente con esto o aquello. No se trata de pretender una fijación establecida en una manera de vivir algún aspecto, pero sí, queda claro que, todos buscamos el conseguir la máxima plenitud en cada uno de los momentos que vivimos.
Cuántas veces uno a podido follar y sentirse luego completamente vacío, quedarse mas insatisfecho de lo que estaba antes. Cuántas veces nos hemos preguntado si valía la pena haber entregado nuestra energía depositándola en un agujero negro que lo engulle sin devolvernos ni una golosina para nuestro corazón, ni una instrucción para la mente, ¡NO!, ningúna sensación gratificante.
Para mí, el buen sexo, tiene que venir dado por una total reciprocidad, por un cómplice entente que procura el máximo entendimiento.
El buen sexo no se vende ni se compra, siempre suele resultar gratuito. El buen sexo es un regalo de la vida, hasta suele llevar lacitos y notita con felicitaciones, y el alcanzarlo significa, engendrar cada uno de los preciados frutos capaces de existir en un futuro; desde él suelen surgirnos nuevas ideas y proyectos. El buen sexo sirve de luz.
Al buen sexo se le encuentra mas allá de uno mismo, en la grandeza que existe en una purificación desvergonzada y sin posibles contradicciones, en una purificación basada en un dejarse llevar que dispone de una plena confianza para poseernos de manera casi sobrenatural. El buen sexo es como saber hallar donde estuvieramos un benefactor trebol de tres hojas.
Si la plenitud del sexo se encuentra en un mete/saca, en unos fluidos que se segregan, en cuatro espermas que son esparcidos rociados entre alaridos que se quedan en un corporeo sentir… pues adelante. Pero si la sensación, con sólo esto, es la de una esterilidad interior, y no remueve nuestras entrañas, al contrario, invoca a una pasividad sensitiva posterior con todo el resto, cabría preguntarse si estamos disfrutando de buen sexo, si el sexo, si ese sexo nos ofrece ventajas y mejoras en el resto de nuestra jornada, si nuestro sexo es prolífico y va bastante más allá de esas fricciones. Podría caber entonces, si la satisfacción no hubiera llegado a vencer al mismo raciocinio, el no cejar de buscar el tarro en que se guardan las mil esencias. Cabría proseguir el camino, en una busqueda que nos desvele los misterios de aquel placer, que por más amplio y no menos salvaje nos conceda la libertad que da conocer y aprender a usar nuestras humanas herramientas.
La diversidad de opciones y propuestas divertidas con sus juegos multiformes está al alcance de cualquiera, solo se trata de saber lo que uno busca alcanzar y con lo que uno se conforma.
Es verdad que no es fácil encontrar la persona con la que compartir y experimentar, es evidente que las respuestas, el trabajo y el atrevimiento, no están en ninguna otra persona que no seamos nosotros mismos. iGual de cierto es, que que para disponer de la salud completa en este aspecto de nuestras vidas, requerimos de la fortuna, de un destino que queriéndonos bien sea propicio para ello.
Los estados de todos nosotros están en un constante deambular, no siempre tenemos la adecuada predisposición a la hora de saborear los platos que la vida pone a nuestro alcance. Como diría la frase hecha: «el tiempo y sus circunstancias»… y por allí, entre medio, estamos los seres humanos y demás especies, con la diversidad de visicitudes que comporta cualquier existencia.
Apreciar el manjar de lo sexual implica también una parte de buenas dudas, de hasta en algunas ocasiones conocer el miedo, de intentar e intentar, de conocer placeres e insatisfacciones; pero para hallar el placer nunca podemos dejar de ser osados, nunca debemos darle la espalda al atrevimiento.
Cabría un punto de inflexión ante todo esto que explico, y este sería, acordarnos de aparcar otras tareas a la hora de amar sexualmente, estar por el tema. Cerrarle la puerta a las dificultades, las ataduras, las responsabilidades que advertimos como obligaciones que nos ahogan en nuestro día a día. Desentendernos de esa parte de vida tan mundana como real para disponernos a hacer el amor sexeando en libertad.
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En el regazo de la mujer el hombre,
balbuceaba ininteligibles palabras.
Marmotea hasta en el rítmico vaivén,
gustoso, complacido. Aliado del colorido.
Ponzoñoso hurgaba la entrepierna del alma,
sin buscarlo encontro una nota serena surgida,
entre los misterios del espíritu, en su corazon.
Postrado, puntualizaba acentuando.
Erguido, desprendia en su resbalar…
burbujeantes y espumosas gotas de saliva,
que impregnaban algo más que sólo un cuerpo.
La muestra de la plasticidad del banquete.
En la sumisión resultaba lo dominante,
ese circular… un atrevimiento con premio.
No hay un perder o un ganar,
es flor de loto en un estanque,
embelleciendo sin cobrar tributos,
contagiándonos con su gratuidad.
Huele, palpa… respira profundo.
Saborea y ve imaginando…
infiltrándose, dejándose llevar.
Si es que fuera veneno
me lo querría tomar.
Si es que pudiera elegir la forma,
sería la mejor despedida, vencería
al caer en esa fuente de vida.
Una ocre espiga de trigo despuntada,
redondeada con el aroma de una rosa.
La paradoja ni entra, por no hacer ni cabe.
Trebol de corazones encontrado por suerte
cantaro que canta, moldeando va y vierte.
Unas virtudes descorridas como cortinas
sin vergüenza, los padres, las presentan
junto a lo mejor nacido, su alegre hij@.
Lo educaron caramboleando,
le enseñaron a juntar sonidos con silencios,
en el jugar al amor con sexo,
a conjugar versos, sin necesitar hablar.
Partes… sin divisiones, todas.
Lugares… multiples añadidos.
Prestas tu dedal… yo, el dedo.
Yo pongo pasión, tú, el deseo.
Tú, la ilusion. Yo, nuestra única alma…
prendida con su reir, en el azul del cielo.
Envuelvo mi corazon entre tu pelo,
ramificando se amplía el horizonte,
con unos argumentos sin posiciones,
sin explicación que limite, ni razones.
Como posesos de unos sentires llevados,
a lugares exquisitamente paradisiacos.
Calidos instantes enloquecidos, sin cardinales,
la brujula se vuelve loca, descompasada,
reflejados en timbales de un mismo tiempo,
navegamos faltos de recuerdos alcanzándolo.
Sin quejas, no hay despedidas,
nada se separa, juntados en vida.
Sólo… sólo una fusión, un aleteo.
Siempre sólo, (conmigo mismo),
pero algunas veces, mimosamente acompañado.
Agarrados de la mano,
dejando los equipajes.
Sumergidos en el vuelo,
con la fantasía conversemos.