Redondamente grande, el reloj, marca las seis.
Anota esa verticalidad exacta en que son calzadas las calles de vehículos y transeúntes.
Sobre la barra del bar
-bar repleto de nocturnidad-
desordenadamente en pie,
así diez copas vacías;
como posicionados en dos hileras,
múltiples vasos de tubo;
vasos y copas delatando que hubo trabajo.
(Risas falsas
y cruce de pensamientos carnales con finanzas.
Provocativas curvas y escasa ropa
luciendo dentro de un sórdido escenario).
El filo de copas y vasos
que con voz propia confiesan
la forma y el color con que se vistieron
unos cuantos labios.
-Resultan claras las señas cuándo son vistas
tras los colores llamativos del carmín-
Copas y vasos ya usados,
evidenciando: El guiño interesado de unos ojos.
La sensualidad y provocación que es canjeada por billetes.
El reclamo y la charla,
¡dos bandos!.
La necesidad más primaria sentada sobre taburetes.
La escucha gratificante -aunque pagada-
la que al ser dispensada
propicia lascivia
y puede culminar en un acto
alejado de toda vergüenza.
Dicho y hecho…
Tal vez tras el telón;
sedados quedan los nervios,
se abonan cuentas según fueran las fantasías.
Un juego.
Donde el placer conviene predispuesto
al trueque;
en el que las palabras arrastran demandas
y menos manda un corazón que…
el contacto que sublima,
que los chillidos de la carne.
318-omu G.S. (Bcn. 2014)