Acunado en matriz de terciopelo
aprendió a usar y expresarse en esperanto.
Leyendo la esencia ancestral del firmamento
bordó un mantel con hilo fino;
gracias al azar generoso
que trasquilando contratiempos,
concede perderse y encontrarse
paseando por un vergel repleto de semillas,
hecho de estrellas y destino
mezclado con lindos sueños.
Pidió alimentarse como un árbol o la hierba,
como piedra o como arroyo,
de la luminosidad de las mariposas y su seda,
y de un concierto de luciérnagas expertas
que descartan alumbrar
aquel carbón, que fuera tan oscuro
como el del negro austero y trágico
de los malos pensamientos.
Aprendió y quiso sorber
el canto acuático de las nubes pasajeras,
el de los mirlos y jilgueros inspirados,
y el de esos cuervos que posaron
cuatro regalos y un comienzo.
Nació redondo,
redondo… pero medio partido.
Por la tierra que conoce
el dolor agudo que va ceñido a los lamentos
y los influjos indelebles
que constantemente escriben
amor, ¡amor!, amor,
regalando un corazón y dos pies;
el laurel. El mejor premio.
Rodó como un balón.
Rodó convirtiendo su círculo inacabado
en un círculo completo
¡ botó y rodó y botó !
Aunque ¡como no!
padeció la sordera estrepitosa
y la verborrea que colapsa,
la suma de saber y el entendimiento.
Alguna vez estuvo ¡atrapado;
a tres pasos de las fauces de un abismo!,
más allá de la razón de su locura;
despreciando su vida con retos viles
que le dan viruela al alma
y contagian los paisajes
al repetir la rojez del sarpullido más severo.
Acunado por matriz de terciopelo;
conversó poseído y calló exorcizado,
paró el reloj y construyó para su espíritu
ese instante que es un templo.
Entendió la luz, tormenta y canto,
el abecedario de los elementos.
Sopesó de la extrema altura del abismo, sus medidas;
sus frenéticos peligros y los relativos beneficios
del adictivo golpe y goce que cabe en cuerpos.
¡Recuperó alas y universo!
Revocó las ganas. Transmutó.
Al saber dudar volvió a atrapar
el hilo extraviado de su cuento.
Hoy volvió.
Saludó y habló con un gesto amable
que delataron sus comisuras.
Su decir y silencio me supo:
a olivo milenario, a cofre lleno.
Sabe a tanto a veces tan poco…
318-omu G.S. (bcn. 2015)
Sencillamente sublime. El recuerdo del carbón habita en el diamante.
Un abrazo.
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… y quién supondría a bote pronto la naturaleza que aquí comentas.
te llegue mi afecto.
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