Enamorado de cualquier forma,
ya viéndolas desde una atalaya,
contemplándolas de frente
o disfrutándolas de perfil.
Enamorado
de la polifonía actual que ellas sustentan,
y también, como vidente, de su porvenir.
Enamorado del existir
adosado al haz rectilíneo e inmutable
y de la gracia curva que sisea respondona.
Enamorado de su ser cuando está volador,
de su exquisita plástica natatoria
y de la serenidad que albergan bajo un yo
cordialmente estoico.
Enamorado de la transformación
que les corresponderá y con la que crecerán.
Cada forma me ofrece y baraja
el propio mercurio que constituye un termómetro
cual me concede fiebre y vibraciones,
reflexión y pulso.
Sujeto el orden humano -casi inevitable-
de la graduación visual
-ya me gratifique o diérame holocausto-
jamás renuncio a esa lectura lumínica
que inunda de electricidad y fantasía
la personalidad de un corazón
y le regala ideas al mismo cerebro.
Soy devoto de la orden del mirar.
Paseo dentro del erotismo de un bosque
hecho con formas variadas.
Disfruto siendo adicto fiel
del impulso ocular imprevisto,
que me espera y empuja y excita,
para darme ingenio y orgasmo
como amantes y musas.
318-omu G.S. (bcn. 2015)