Con «O» de ombligo

Todos probamos el elixir que demuestra
que uno representa sólo una parte,
y que los doses y treses viven siendo apariencia;
ante tal recuerdo rechazo
al ser de ser solitario.

***
Mecido dentro.
Semilla que flota próxima a las estrellas
pero degustando el líquido.
Presencia intrigante preparándose
para todo tipo de contagios.

Comí porque tu comiste
-moras, albaricoques, melocotones y fresas
y de los árboles prohibidos-
Bebí porque tu bebiste
-vino, rabia y amor,
leche, fealdad y belleza,
así como agua de mil fuentes-
Tus respiros fueron mis respiros
durante una novena de meses -sin faltar ninguno-

Oí por tus oídos
canciones y amplios vocabularios.
Escuche la dura prosa y recitar.
Sentí antes de tener mis propios sentidos,
Sentí gracias a que pude navegar con tu sangre.

Cuidado delicadamente.
Acunado por tu dedicación
junto con tus emociones.
Supe de tu amor inmenso
y descifré la clave perfecta.
Lo supe, desde el principio.

Mecido dentro -mágico trayecto-
Mecido dentro disfruté… de la gracia materna.
Y desde allí repasé,
este, mi presente recio.

Como reloj, el pequeño espacio de tu vientre;
la pauta de una estación para prestarme el inicio:
una senda de hombre cual opta
por asir en si mismo a una persona.

Tuve como brújula fiable y como dedo indicativo,
un corazón grande, dialogante y comprensivo
¡el nombre propio de una madre!
que latido liviano tras latido pesado
y tras darle cuerda a un sinfín de latidos…
fue enseñándome el mundo que me aguardaba
antes de alcanzar a tocarlo.

318-omu G.S. (bcn. 2015)

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