Pero cuánto y cuánto embelesa la ingravidez asexuada de los ángeles; esos mismos que nos enseñan cuánto de escaso es el peso de los cuerpos, cuando escuchando la música, levitan y levitan mientras bailan.
Cuánto imantan los tantos y posibles y banales privilegios escondidos tras el rabo y los cuernos del diablo. Cual sufre la condena del deseo venida por la ansiedad que vuelca angustia, y por siempre de los siempres, aunque no lo reconozca, trabaja y suda, suda y trabaja.
¿Quién sabe acerca de amos y esclavos? (se le aminora el tiempo de disfrute a aquellos que disponen de haciendas mayores). ¿Quién conoce a su propio ángel y a su propio demonio? (son muchos los que, emparedados entre ambos, los placeres importantes se les escapan). ¿Cuántos consiguen salvar su vida porqué nunca reniegan de sus principios sean cuales fueran los beneficios que se ofrecieran por la renuncia y el cambio?.
Ángeles que embelesan y diablos que imantan hasta volverse empalagosos… Escupo abstracciones. Descorro telones y grito «ya basta».