La suerte terrenal:
Es corto el recorrido si aferrados
a humana fragilidad;
tras el contar los años siempre asoman escasos.
Unas cifras que devienen minúsculas,
ya fueran las que fueran
resultan ridículas frente a tanta inmensidad.
Querer y querer más,
hasta creerme animal insaciable.
Porque…
Muchos mares aguardan,
seres, lunas, sendas y amaneceres;
porque deseo gozar del nado
y renovación de cada estrella
rememorando el verso
donde resaltan los yo de espuma.
Porque…
Hay ciudades que esperan.
Ciudades, agitándose convulsas;
zarandeando razas,
tendencias y culturas;
dando fusión magnífica
que asoma siendo madre
de toda evolución.
¡Cómo no solicitar más vida terrenal
para indagar acerca de nuestra identidad!
¡Cómo negarnos nuevas primaveras
así como ofrecernos a otras nieves
caídas que precisarán pisada!
Vivir, vivir, vivir…
Para sentir.
Para descubrir;
logrando comprender cada sustancia
y renovar lectura y conclusiones
hasta acertar mecánica de cuerpos
tras desmedir espacios.
Querer más;
debido a la avidez de mis sentidos
pedir que se prolongue mi suerte terrenal.
Hombres:
Somos rocas.
Somos piedras
llamadas por la montaña…
Montañas que acercándose a las nubes
le solicitan al cielo
un pedacito de eternidad.
¡Cuántas pequeñeces
resonando cómo prodigios!
Como hombre numérico:
Larga resta dando suma,
escaso el soplo
si definimos tiempo.
La suerte terrenal
si estuviera sometida a razones
resuena como estruendo
y se visiona como espejismo fugaz:
Afortunado aquel
que sabe que las cuentas exactas no existen;
así como que las certezas que ondea cualquier presente,
el tiempo demuestra siempre
que mañana concertarán un requiem
porque devendrán difuntas.
La suerte terrenal…
omu G.S. (bcn. 2017)