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Labios
» Tan solo hay unos que me complacen en cada encuentro… y son los tuyos, trocito, siempre te llevo.»
Romper hojas
Te diste cuenta que nuestras manos dejaron de acariciarse y asomar cogidas. Que los abrazos ya no vienen repletosos de ese calorcito que, mimosamente, nos incito a no querer separarnos nunca. Te diste cuenta…
El consuelo que me queda es el saber que nos lo dimos todo y supimos completarnos.
En la maceta todavía vive la flor que ambos, como semilla, sembramos, pero será que todo se transforma y la evolución demanda que innovemos nuevos cantos.
Me doy cuenta que desapareció el «estar de acuerdo»; hace tiempo que sé que nada es suficiente para que surgan divergencias. Me doy cuenta que nuestras miradas se han vuelto esquivas, que la sal que nos llenó de vida, ahora reseca nuestras gargantas; que el agua se quedo estancada y ahora huele a desdicha.
Darme cuenta que los vestidos que tanto te gustaban, al ponérmelos ni me miras. Que me peino y me repeino, me tiño de morena, me hago trenzas y colas, y es que para ti soy invisible, ya ni me miras.
El tanto dolor que me inunda me comporta sarpullidos; dolor venido por este amor que fue lo más hermoso y que hoy siento como caducado y marchito.
Aunque marchemos en direcciones opuestas te llevaré por siempre conmigo, es por quererte tanto y tanto que decido apartarme de tu camino; me marcho aun en contra de mi deseo… Para poder recordar lo mejor de nosotros, de esos tiempos gratos compartidos. Para siempre recordar que estando anudados estuvimos en el paraíso —Será tal vez protección. Será que renuncio a asesinar lo que reconocí y reconozco como amor verdadero e incondicional. ¡Cambio lágrimas por flores!.
Alegrías, confesiones, travesuras, labores, satisfacción y revolcones… para que olvidar la belleza que nos reconforta—.
Pareja de corazones
Está fenomenal el tener pareja, desaparezca de una relación cualquier pugna de poder.
Los celos se den a la fuga; si éstos llamaran, ninguna de las ventanas o puertas les abriremos.
Romances que les conceden a las gentes una pareja para pasear por algunos instantes. Presentándose y estallando frente a nosotros los mundos de otros; mundos y universos desconocidos que aguardaban para erizarnos la piel ante una tempestad de caricias y de abrazos, de besos que antes sólo aparecían en sueños como besos robados. Verdad de amor que nos hace estallar y disfrutar de infinidad de maravillosos colores, mientras nuestros sexos dibujan hasta emanar elixires sanadores.
Sexo complaciente, ya estuviera repleto de pureza o se brindara perversamente lascivo. Ya fuera un sexo que gozara exhibiéndose o penetrase con atuendo furtivo.
Sexo carnal que, con su sello con lacra, perpetua la profundidad de la unión. Que aderezado con pasión extrae el raciocinio de los seres humanos, concediéndonos hasta el impulso primitivo que todavía sostiene nuestro animal.
La confianza en el otro posibilita la entrega, un confort en que no pende la ansiedad. Si vivimos en pareja la confianza siempre tiene que prevalecer, de ello depende la salud de tal.
Uno no es igual al otro, aunque se pretenda, en ocasiones, y nos olvidemos de las tantas diferencias que compensan y nos hacen crecer igual que nos unen. Una relación precisa de variedad y de distancias.
Conforme a las propias carencias, la otra parte aporta y ello contribuye a la atracción —todos cojos y a nuestro alcance muletas—, rezuma el gusto por completarse.
No es saludable dictar o pretender que otro ser, por mucho que nos ame, cambie y actúe como nos interesa o nos agradaría.
Las parejas son como aquellos cordones de los zapatos, se pueden llevar sueltos, revueltos o atados, pero cuándo se llevan tienen que estar bien abrochados.
O como la dirección de una calle en una gran ciudad, disponiendo de varias opciones, puedes llegar al lugar yendo por donde prefieras, pero debes sentirte bien al marchar por donde vayas, al dirigirte hacia tu destino. Si el destino decidido es sentirte estupendamente con tu pareja, no cabe anteponer el individuo al conjunto, la unidad tiene que prevalecer, ella tiene que ser la única meta, la única que merece la pena.

