-hola Diego_dijo Sebastian, el cual vestia un elegante traje teñido con blanco roto. Cruce el umbral de su puerta…..
-Sebastian, me alegro de estar aqui con ud., es un placer_oi ruido en la cocina, ruido de cacharros y de aceite friendo
-he convencido a Maria para que nos acompañara en la velada. Pasa por aqui que te la presento_me indico con un gesto el camino. Observe que no usaba su baston. Andaba encorvado, lento, pero sin su baston.
-Maria…este es Diego, el muchacho del que te hable_me miro ella fijamente a los ojos, como intentando descifrar algo escondido y misterioso, rebuscando en mi interior, me complacio su mirada.
Sus ojos eran como dos enormes platos, penetrantes, de un verde oliva maravilloso, me quede prendado de ella en esa mirada.
-hola Diego_se acerco algo nerviosa, medio trastallideandose hasta el punto de tenerla que sujetar con mis brazos_lo siento
-nada que sentir, es un placer_la bese sin querer mojar sus mejillas, lanzando dos besos al aire
-y ¿que tenemos para cenar?_le pregunto Sebastian_¿has preparado las empanadas que tan buenas me saben?
-no papa, compre calamares esta mañana en el mercado, en la parada de Carlota, los he hecho rellenos como te gustan, con su carne, su huevo, sus pimientitos….¿que te parece?
-espero que te gusten los calamares Diego. Le salen tambien riquisimos.
Cruzaron miradas de complicidad, mientras yo no sabia a cual de los dos mirar. Olia muy bien aquella cocina, a laurel, a vino consumido, hasta a canela diria.
-papa, pon la mesa por favor. Del segundo cajon saca el mantel azul y rosa; y la tabla para poner la cazuela.
-¿me ayudas Diego?
-por supuesto_nos dirijimos hacia el comedor por un pasillo ancho. Dos lamparillas hechas con tubos de cristal tallado alumbraban con amarillo anaranjado, sombreaban el techo, abriendo las puertas de la imaginacion de cualquiera que pasara por el. Cogio del cajon que le señalo Maria el mantel.
-has visto que buen gusto tiene mi hija. Este mantel era el preferido por ella y por su madre, la que me regalo lo mejor que tengo, a mis hijos.
Solo girarme hacia uno de los rincones de la estancia vi el retrato de una mujer de unos setenta años, de cabello negro azabache, dulce sonrisa y redondo rostro. Se dio cuenta del detalle y apunto….
-has visto, la vida me regalo a la mas bella de las mujeres. Aunque he de decirte que lo mas hermoso no se encontraba en su rostro.
-no se veia, pero se lo daba a ud. y a los suyos seguro
-un corazon mas grande que todo este planeta_separo el taburete que le impedia acercarse mas hasta el retrato y le lanzo a aquella que siempre sentiria como su mujer, le lanzo un sonoro beso.
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Una vez mas, me enseñaba un camino sin temores, brindaba de nuevo por la transparencia de la vida, brindaba conmigo.