Apoyándome. Dentro de este planeta -tierra en donde son reunidos los extremos- Situado en el centro de una inmensa boca; busco el equilibrio sobre el compás imperdonable de un reloj. Midiendo la distancia que separa a los instantes, yo desgrano el porqué de lo querido y de lo que por detestable alejo; hallo la lógica de cada peso bajo un cielo que sé, ama la consistencia parlanchina de la carne igual que aquella ingravidez que sostienen los huesos y el silencio.
Ando atrapado dentro de sesenta minutos por veinticuatro horas que suman días y años cayendo. Alternándose diversas suertes en mi camino me acuerdo de ti sin remisión -te aprieto junto a mi presente-
Advierto que te debo. Te doy las gracias allí donde estés y abrazo todo el aire que respiro -te abrazo y tengo, te abrazo y llevo, te abrazo a ti- dándome cuenta de que…
Tarde. Tan tarde como las horas que nunca llegarán asoma de tu cuerpo, su retorno. Pero pronto se desvanece, la nostalgia que me embarga queda en nada, pues arrecia en mí el consuelo; al saberte un ave que aletea rebasando cimas increíbles, al saberte libre y abanicada por la eternidad.
Redondamente grande, el reloj, marca las seis.
Anota esa verticalidad exacta en que son calzadas las calles de vehículos y transeúntes.
Sobre la barra del bar
-bar repleto de nocturnidad-
desordenadamente en pie,
así diez copas vacías;
como posicionados en dos hileras,
múltiples vasos de tubo;
vasos y copas delatando que hubo trabajo.
(Risas falsas
y cruce de pensamientos carnales con finanzas.
Provocativas curvas y escasa ropa
luciendo dentro de un sórdido escenario).
El filo de copas y vasos
que con voz propia confiesan
la forma y el color con que se vistieron
unos cuantos labios.
-Resultan claras las señas cuándo son vistas
tras los colores llamativos del carmín-
Copas y vasos ya usados,
evidenciando: El guiño interesado de unos ojos.
La sensualidad y provocación que es canjeada por billetes.
El reclamo y la charla,
¡dos bandos!.
La necesidad más primaria sentada sobre taburetes.
La escucha gratificante -aunque pagada-
la que al ser dispensada
propicia lascivia
y puede culminar en un acto
alejado de toda vergüenza.
Dicho y hecho…
Tal vez tras el telón;
sedados quedan los nervios,
se abonan cuentas según fueran las fantasías.
Un juego.
Donde el placer conviene predispuesto
al trueque;
en el que las palabras arrastran demandas
y menos manda un corazón que…
el contacto que sublima,
que los chillidos de la carne.
La peor de las bestias asoma en los anales de la historia con un solo nombre; ella es el hombre.
Si existen «pecados» imperdonables, con todos éstos comulgan los hombres; el sadismo implícito que acontece bajo cualquier pretexto, (sordo ante el dolor ajeno), vocea junto a la tortura. Las violaciones más violentas se suceden, sujetando la manipulación de otros seres, estas violaciones procuran satisfacer al afán insaciable de control y dominio albergado en algunos de nuestra especie.
Traspasados los límites que determina un asesinato, (siempre injustificable), todas las demás barbaries quedan por debajo, por lo tanto, son admisibles para aquellos que son capaces de cometer tal atrocidad; la de matar.
También añadir al saco de los despropósitos demoniacos, la necesidad que tienen una parte de nosotros, los humanos, de someter a nuestros congéneres; así es como llega a tomar cuerpo el tráfico humano y cualquiera de las posibles fórmulas de esclavitud; ya fuera una esclavitud racial, cultural o genérica.
Hay hombres que precisan reafirmarse menospreciando y creyendo inferiores a una parte del resto.
Requerir del poder para sentirse realizados, válidos o completos, solamente deviene cuándo está claramente enraizado, (en la mayoría de ocasiones, inconscientemente), a una ambición desmesurada o a un complejo de inferioridad; cual demanda subyugar y controlar la vida de los demás seres o especies con las que se cohabita.
Los hombres no cejamos de instruirnos de sapiencias útiles, pero resaltamos nuestra necedad al, cerrando los ojos, perder de vista el conocimiento de donde estamos situados dentro del proyecto evolutivo, y al también desaprovechar el paraíso en que nos hallamos ubicados, (resulta de una idiotez dantesca la imagen que ofrecemos si es que alguien, desde algún otro lugar, nos estuviera observando).
No estaría de más… honestamente, con nosotros mismos sincerarnos; perder la vergüenza de reconocernos y al hacerlo procurarnos ese avance capaz de alcanzar una velocidad encomiable.
Para que esperar a las generaciones venideras cuando podría ser ya hoy.
Ayer disfruté; compartí con tantos otros la fiesta del «holi».
Bañé la sobriedad de mi blanco, con un salpicado de diversos y vivos colores.
Pude danzar y liberarme desentendido de formalismos; esparcir y recibir el polvo mágico de los tintes y, dejándome llevar por rítmicas melodías y percusiones tribales, renacer en esta fiesta/recordatorio que resalta la comunión que existe entre todo.
Mi ayer aconteció como un hoy festivo -que espero perdure- pero lo que más me agrado fue ver, que cada ser congregado, aún por un breve espacio de tiempo, se deshacía de ese tono que nos separa y hasta vuelve malditos; del yo que interpreta y comprende lo que sucede, siendo propio y jactándose de ser exclusivo.
Ayer… disfruté al reconocerme en los otros.
(I) Primavera, colores y amor; holi, holi, holi: leyenda hinduista que resalta, cuánta es la fatalidad cuando un hombre olvida su condición y pretendiendo ser como una deidad venerado hasta sacrifica a sus propios hijos. Holi, holi, holi; sobre como el bien existe e intercede y vence al mal.
Holi, holi, holi; estampar una pieza de nuevo; ¡renovación!. Deshacernos de abstractos e inutilidades; un respiro, ¡renacer!, sentirnos livianos y emprender el vuelo.
(II) Dentro de este orden que impera cambiante; limpio y redecoro las caras de mi hogar. Apilo trastos inservibles, con todos ellos alzo una gran torre, la cual prendo siendo pira.
¡Quemen!, tras las llamas que no quede ningún resto que ensucie lo ya pulcro -humo, carbón u hollín- que ennegreciera las mejores visiones de futuro. O, suplantando al aire que respiro -como goma de borrar- eliminara los paisajes que lucen al agriar sus colores, enturbiando su belleza con grises propiciando a los hombres y a su senda, sucedáneos artificiales y la asfixia.
(III) Lanzad los tintes en polvo, ¡colores!. Que desplazados por el viento, alegremente volando, o diluidos -mediante el recorrido fresco del agua- igual enluzcan nuestras vestimentas como despierten a nuestro ser cuando, imaginativos, ellos las toquen.
Que así como fuera, cuándo nos impregnen, nos ensalcen y sirvan a todos los que en esta suerte caigamos, de bendición y recordatorio.
Hay más vida que aguarda detrás de la solitud de mi yo; la decadencia sólo aparece, si las personas, siguen el rastro cobarde temiendo reconocerse. Poco atrevidas, no se sinceran y eluden la renovación, por la que claman las mariposas, el pan divino que alienta el progreso y brinda nuevos escalones mediante el hermoso juego universal de la metamorfosis.
(I) Distancia. Camas separadas, pocas coincidencias. Sábanas dormidas que no son revueltas. La cafetera humeando vacía al punto de estallar, mientras dos rebanadas, en la tostadora, asoman inservibles por estar requemadas.
Lenguas cortadas; desayunos mudos, nada expresivos. Seres de espalda aburridos de sus mutuos instantes, que no exprimen ni toman la luz que, generosa, irradia la mañana.
Una cena que espera en el plato; ya fría, desangelada. Presencia de cuerpos ausentes e intercalados los tiempos en las estancias.
Ojos esquivos renunciando al mensaje y oídos que malamente disimulan la sordera. Bostezos frente al televisor. Distancia: La realidad usando tapones. Música callada.
Espacios recubiertos de desgana y hastío. Invadidos por el enorme defecto de la poca dedicación que se le brinda al otro, al vagar abstraída y dispersa nuestra atención. (Duele tanto advertir una inmensa distancia cuando abunda tanto la proximidad que hasta nos toca).
(II) Triste. Padezco si me asomo a los recuerdos donde eran sazonados los días con te quieros y rezumaba nuestra unión, entendimiento. (Añoro el balbucear de ese pasado repleto de joyas impagables).
Por mi memoria retumban como golpes crueles, antiguos besos. Terrible es vivir pegado al azucar que ya dejó de endulzarnos; sentir la nostalgia del sexo comprensivo que despide con sus maneras a la apática monotonía y, sirviendo el placer entre arriesgadas posturas y atractivas acrobacias, humedece fuera y adentros. ¡Completándonos!. Sin precisar de lazos fastuosos o rebuscadas excelencias, ni echar en falta cumplidos vanidosos ni palabras escogidas que llenaran nuestra alacena.
Distancia: Una almohada dura. Descanso caduco. Un corazón endurecido y con jaqueca.
Permíteme repasar la lección contenida dentro del placer que auspicia tu cuerpo. Permíteme saciarme y hasta sentirme vencido; ser ladrón cometiendo delitos y robarte los jugos, mientras escucho como rompes las palabras invocando a mis acompasados envistes al significar con gemidos incluso deleitando a la nada. Permíteme, de nuevo apreciar el dulce saliveo que inunda desde mi boca y cada uno de mis extremos, a mi alma y a mi sangre y por completo rellena cualquier vacío cabido dentro de los espacios de mis entrañas. Permíteme morder con suavidad medida la frutal y mortal esencia que hoy tu cofre resguarda; la que vuelve loca igual que desboca toda razón que sujeta normas y tiempos y a mi mente y mi lógica, las seduce y acalla.
Tres paredes y una reja: mi prisión. La primera pared la conforma una angustia extrema. Otra está levantada por una honda tristeza que achica el ánimo dando ceguera. La tercera se alza derecha y resalta mi encierro, cuándo surgen sin llamarlos amargos recuerdos, que implacables me oprimen y asfixian solapando los claros que enlucían el cielo.
Es mi ánimo ahora, sombra de lo que fue. Fundida toda luz que cabía en mi mirada, la oscuridad máxima cubre el sol de mis ventanas. Hunde su alargada y destructiva opacidad… Y me roba los frutos. Y devasta prósperos cultivos. Y deja seco de agua
el manantial que es mi alma, igual como aniquila la escasa virginidad que me quedaba.
Cruel el llanto. Y sucia está. Y negra es la prisión que hoy me secuestra; presume de ser pozo, (pozo vacío).
Desde muy adentro, suena de fondo, brota un lamento; como reja queda una canción. Cuyo estribillo describe cuánto de amarga resulta una despedida. Pregunta alto con voz quebrada: ¿Dónde quedó tanta ternura? ¿Por qué murió la comprensión?
Canción: Bolero contando acerca de un adiós que rechaza retornar al saludo. Resalta espacios que estuvieron llenos y hoy padecen la fiebre de los agujeros. Relata la fortuna de un condenado cuya sentencia es un inmenso vacío. Entona con un deje partido una triste y vocal misiva: Como de grande es el hueco en que un hombre habita. Como dentro de él cabe tanto y tanto dolor.
Aparezco adicto a mi debilidad. Me entrego fácilmente, resulto tan primitivo como animal, por ello; nazco y perezco con el instinto, secuestrado por el impulso. El mismo que secuestró a tantos de mis posibles instantes de gloria.
(Revelación. Contagiado por una ola genética repleta de cromosomas, prosigo siendo un esclavo de la cadena cósmica).
Pues entonces… ¿Cómo jactarme y de qué?. ¿Pueden acaso considerarse triunfos todas aquellas victorias que para lograrse, me obligaron a vender mi cuerpo y yelmo y hasta mi alma al diablo?.
Al ser débil renuncié, a luchar imperativamente por el planeta de mis sueños.
Ya mismo siento cuánto de pesado es el plomo de mi verdad, (oculta por triste). Ardo entre lágrimas mientras resalto con letras el olor del fracaso y me rindo al olvido.
Diario digital que nace con la vocación de informar sobre Jaca, Jacetania, Alto Gállego y los valles de Tena y del Aragón, reflejando con fidelidad y objetividad todo lo que sucede e interesa a sus gentes. Editado por la periodista Rebeca Ruiz
Este blog es únicamente para mayores de edad. Relata la vida de sumisión de una chica que se adentra en el mundo del BDSM casi por casualidad, sin saber muy bien ni qué significan esas letras.