(I) Ser cemento: Imposición taxativa que somete a una única perspectiva. Mercado con alimentos caducos. Plazo inquebrantable y soga que estrangula. Una estatua inamovible con rígidas curvaturas, que exenta de movimiento representa la soberbia y aparenta gris seriedad, cual necia ríe por dentro mientras se derrumba.
Ser lodo corrompido irrespirable; agua estancada inundada de tonos marrones, poseedora de aquella quietud insoportable y repetitiva. Agua que no corretea alegre y que no sirve para lavar ni para beber.
Quede este ser como ser descartado. Quede para nadie o para otros que escogen ser, ciegos y sordos.
(II) Y algunos, aquí, somos algo más que un mero anhelo; somos una página en cual cabe la esperanza y el acierto, la ilusión que tiene llaves y es tentadora.
Sostenemos aquel futuro que dará testimonios complacidos. Tenemos voz y tendremos un cuerpo surgido desde proyectos atrevidos y novedosos. Construiremos, con tesón, estructuras ingeniosas, consiguiendo descifrar las claves suficientes como para reconocer el camino adecuado que nos permita avanzar.
Tomé de aquella carne que corrige la ceguera del espíritu. Bebí de los recipientes húmedos y cromosomáticos, cuales abajo y arriba de tu ombligo, asomando como hechizo destrozaron mi recato.
Rocé la intimidad de tu penumbra y hallé el cosmos ingrávido que relataba con su suerte interminable falto de divisiones y cuadrículas.
Leer tu diccionario y liberar mi yo ecléctico. Besarte y extraviar cuándos, cómos, dóndes y porqués; perder el ecuador y abandonar las mediciones.
Iniciarme en la escritura al desgustar la mejor de las esencias; encontré la tinta que perdura inextinguible al unir nuestras salivas.
Son luciérnagas tus zapatillas; lumbre vivaz, llama encendida indicando que estás. Recuerdo de pareja. Proverbio ideal digno de quedar como estela. Techo azul. Lago azul.
Luminosas y atrayentes, me incitan a encontrarte y a seguirte por un puñado de caminos. Lucen como entrada y hablan como puerta; señalan la aventura seductora y la oportunidad que se deja.
Ya llegó el tiempo de aceitar la llave y descerrajar el baúl de mis miedos; timidez y vergüenzas.
Pasé tantas veces por delante. Paseé rozándote y sin atreverme; acobardado. Pasé a escondidas queriendo alcanzar con mis manos lo que solo asía en mis sueños.
Me permito la desnudez despojado de lastres; oso pasar, al fin me atrevo.
Entro, de puntillas, en el refugio donde toma forma lo mejor de mi imaginación. Tomo aliento e inspiro un pedazo de futuro, nacen un sinfín de proyectos al entrar en tu habitación.
Tan cauto como sigiloso recorro a ciegas tu estancia y me mimetizo con tu necesidad. Soy animal. Soy un zorro. Soy un perro; a cuatro patas saboreo la flora y fauna que ampara tu piel… retozo satisfecho.
Husmeo tu silueta. Viajo entre suculentos sentires; exclusivos, placenteros y tuyos. Hallo el sortilegio que incluso despierta el tacto sonámbulo, al besarte y sorber el vino vertido sobre tu vientre.
Magnetizas y maceras mi ser. Dispones del rostro amalgamado que concede una cita con la tentación y de la serena suavidad del satén; de la belleza rosácea y natural que embriaga hasta a los mismos dioses que quisieron darte cuerpo.
Siendo un camaleón me relamo contigo; eres alada e insecto. Repaso con mi lengua sendos dulces de azúcar hallados en la cúspide de tus senos.
Hay panal en tus entrañas, desde él rezuma esa savia que ambiciono; por ello me vuelvo una abeja golosa recogiendo elixires sólo de una copa, remedios que salvaguardan del tedio.
Igual desmiembras a mi hombre racional hasta hacerlo desaparecer, como invocas al ser visceral e impulsivo que tiembla y gime mientras embiste. Posees la sabia de la alquimia; conviertes hielo en fuego y la madurez en poca edad.
Ante ti, suena fino mi motor y se ahuecan, ambiciosos, los poros de mi piel. Derramas sobre mi desierto la espuma e impronta del mar, y entiendo que mis dunas esperaban tu agua para aprender a flotar.
Cabalgo por paseos coloridamente embaldosados. Entre bancos que, uniformados con verdes y marrones, se ofrecen gratuitos para a los transeúntes dar descanso.
Circunvalo fuentes que esparcen sus aguas, mientras personajes de dureza rocosa, vigilantes y desnudos, observan mil secuencias callejeras desde su alto.
Cabalgo mayormente tranquilo, pero en algunas ocasiones, con prisas; exaltado. Subido en una estructura alumínica que me transporta con sus dos ruedas gomosas; como a caballero hace con sus cuatro piernas un caballo.
Y cuando lo hago… Me deleito con las formas artísticas de las flores y los arbolados, con el creativo ingenio de los hombres. Que trasladaron tantos dibujos hechos sobre papel, al decir consistente de las urbes; mediando la química y la naturaleza del cemento y del hormigón y del plástico y del metal, junto a ladrillos perfectamente cocidos que, posicionados con cuadriculada destreza, son la letra insalvable, el sustento arquitectónico.
Dejadme ser un niño que se divierte lidiando motos y coches sobre la consistencia del asfalto. Vestirme de nuevo con la credulidad y lucir mis sueños de antaño. Sueños alejados del gris, ataviados con esa luz productiva, que vierte un mañana de proyectos y mejoras y no uno que afee y destruya, más aun, los cuerpos y las voces.
Tengo que salir de mi jaula. Quiero romper la cáscara que cegadora me atrapa. Deseo convocar a la niñez lectora que estuvo dormida, pero que nunca perdí, para que prendida de desparpajo, ya liberada; trote salubre y ruede ecológica.
Mi sello de amor también resguarda a la pasión, jamás lo dudes.
Ese acorde, añadido e imprescindible, que nunca puede faltar, porque musicaliza completando nuestro mundo.
La pasión. Que pretende recorrer con su lengua y como vampiro el largo de tu yugular, mordisquearte los senos hasta que se tensen tus pezones, y separar, al tocar con un dedo tu vientre, tus piernas cruzadas. Ahora es cuando me pides, entre susurros y gemidos, que visite tu interior y, sin reparar en el decoro, transmute ya sin demora mi deseo en gozo; te entregas complacida y me empapo de las sustancias personales que guardas en tus adentros.
( En ocasiones; padece de un letargo, dormita fallecido mi yo romántico… espero que te agrade su descanso ).
Impere la sensualidad y el erotismo ornamentando el decir de nuestros sexos -ser niños implica vivir todavía alternando el estudio con los juegos-
Busco darte, aquel precio carnal que alcance para pagar tantas promesas convertidas en realidad que me regalas.
No sé, de cierto, si merezco que me deshueses del propio cuerpo, así tornándome una fuente de energía que consigue hasta volar.
Sí sé… que sólo cuando confío, dejándome llevar, alcanzo el éxtasis verdadero y amanecen nuevos imperios.
Acierto a comprender la simbiosis que existe entre el sillón en el cual estoy acomodado y yo; ambos, bajo una buena ración de peso específico; resistimos aunque hundidos.
Es pequeño y cuadrado mi salón; le niego cualquiera de sus espacios a ninguna fotografía; esas imágenes de papel saben a tiempo pasado, a indigestión y a añoranza y algunas al réquiem que aborda dejándonos mal sabor. Tienen un pellizco de regusto a vencimiento y a derrota, son solamente poseedoras del tacto que pereció, de un sentir igual inconsistente como invisible.
Aquí sentado, alojado en la perspectiva que me otorga una esquina de mi salón, ando sumergido en la desidia que escucha el murmullar de unos pocos muebles bastante gastados -maderas trabajadas a base de manos expertas que ya marcharon y del picar comedido de un martillo sobre la empuñadura del cincel. Maderas que rememoran; abejas y mariposas revoloteando y subidas sobre las ramas floridas de arbustos y árboles que alardean su verdor vistiendo inmensos bosques- Muebles que dialogan con figuritas caídas como obsequio o por agradecimiento, con aquellos libros protectores de tanto saber, y con la indulgente penumbra que ampara nuestra mutua nostalgia; la de los objetos aquí presentes y yo.
Es denso el tejido de las cortinas, su grosor amordaza el abecedario de la luz. Como vendas, las cortinas impiden que la luz viera la carga que soportan mis entrañas, las huellas mayúsculas de mi dolor; brotar, desde lo hondo de mi interior, la muchísima pena que alcanza a enturbiar, el color caramelo de mis ojos y la expresividad que cabe en mi mirar -hay épocas en que las fuentes de las cuales emanaba agua cristalina, claridad que sanaba, quedan secas de tal, sólo llegando entonces a dar de beber y mojar; agua turbia, con agua embarrada-
La luz; tozuda, revitalizante y compasiva, insiste en entrar, nunca se rinde, ¡batalla!. Aún a expensas de encontrarse los cortinajes corridos y las persianas bajadas hasta casi al punto de noquearla consiguiendo el cero lumínico.
La luz pretende, quiere acallar, a esa desagradable emoción que esclaviza; abatir el suplicio atroz, a esa amargura que llega tras la pérdida que trajina royendo alegrías.
(Te paladeo, pues todavía deviene reciente tu marcha. Caminas próxima, ¡a tocar!, al ser conminada por los olores, las maneras cotidianas y las sombras, que por quererte cuándo estabas aún te dibujan.
Puedes más que la arena que criba las jornadas, que desvencija los enseres, que arrebata irremisiblemente los instantes y absorbiendo nuestra agua nos desgasta).
Ahora ni una palabra vierte mi boca; dicen mis ojos, te hablan y piden. Descarados; como tramoyistas descorren el telón y abanderan al deseo —auspician el punto justo de lascivia cual es capaz de avivar las lenguas adormecidas—.
Tú aparcas toda vergüenza; la timidez, apocamiento y fragilidad que otros, fruto de su desconocimiento, te suponen, y te preguntas hasta dónde me permitirías… y te respondes «lo que te entregue, quede sólo para ti». Yo rememoro e intuyo —antes ya obtuve tus placeres, los conozco— luego, de seguro, ya encontraré de nuevo tus paisajes sobre la mesa.
Apuesto por ti: sé que apartas de las vías los cedas, los prohibidos y las limitaciones. Sé que te prestarás a darle libertad a mis demandas, que accederás a concederme, en todas sus posibles formas, la savia que salvaguardan tus montañas y tus sanadoras y revitalizantes propiedades marinas. Contigo merece la pena sumergirse y nadar.
Escuché: Entre sueños le confesaste a mi vigilia y a tu almohada, cuánta es la perdición que te sabe a gloria dentro del juego, que sólo negárteme sucedía para, invocando al animal, soltar de las cuadras su embiste; liberarle de su espera paciente-impaciente, y que éste, contigo jugueteara presumidamente erguido. Bien conozco, que hay veces que precisas de un vendaval para que, lleno de ímpetu, éste te arrastre con su carácter sorpresivo. Bien sé… que si persistiera por mucho tiempo la brisa suave, quedarías adormecida.
Rememoras días, dándote cuenta que conoces con precisión los enseres, amuletos y planos que protejo dentro de mi cofre humano-sagrado —hace ya algún tiempo que dejaste de jugar a los dados y a la ruleta, que tu ocio y placer no depende de ninguna apuesta que devenga ruinosa o te aporte victorias inciertas.
Mientras le susurras a la noche deleitas mis oídos: me delatas como poseedor de tu fusión predilecta… Repites con ganas, tomas y tomas de mis cócteles: De ese sexo —de dicción lenta— que consigue alzarte de a poco, frente al que se planta, creyéndolo como irrenunciable, cualquiera de tus trozos; el cual te sorbe y, repasando cada centímetro, te lleva en volandas hasta la cúspide donde solamente persiste un eco embriagador.
De ese sexo desmedido que es capaz de aunar sentimientos y así calzar hasta el porte romántico. De ese sexo explícito que te cuenta acerca de tu mucha valía: te hace saber que eres, con su dicción universal ¡insustituiblemente importante!. No una vacua simpleza que se utiliza por interés puntual. No un dibujo hecho con apetitosas curvas y atractivos colores, que aparece y se arruga y se desestima y se rompe. No un naipe, en partida de póker, del cual uno se desentiende en descarte.
Todavía no soy capaz de describir por completo, mediante el vocabulario que conozco, tu magnitud. Quedo a medias pero sabiéndote…
Hay infinitos que quedan sólo siendo décadas o lustros;
sucede con aquellos amores que caducan temprano,
que vencen, al cedérsele el paso al intratable egoísmo.
(Porque dejé de cuidar los peces de tu acuario,
de escuchar tus necesidades y atenderte
y desperdicie el agua servida por tus fuentes…
Porque me obsesioné con mi ombligo.)
– frente al esplendor –
La adolescencia está complacida de vivir.
Estirada sobre el césped de un valle o de una ciudad, esa pronta y humana edad, fusiona el ritmo de canciones.
La juventud ve nacer y marchar las formas y los dibujos que los elementos les conceden a las nubes, advierte claramente la suma existencial que prende en cualquier metamorfosis.
Silba para sí tantos sinónimos de identidad, que el cosmos la salvaguarda, ella se reconoce como un diminuto pellizco de todo lo que hay y al tiempo se siente tan ligera como libre.
La adolescencia mecida por las cortas cuerdas de una edad, cepilla con sus diez dedos la hierba frondosa que la acoge, por crecida, blanda y mullida, bien alimentada por los astros y la lluvia.
Adorable, la adolescencia, levita ingrávida. Se presenta libertaria. Pasea dentro de un jardín que es amparado por cuatro callejas, cuales delimitan con claridad, donde se encuentra la frescura del color y el verdor maravilloso que concede prender una senda plagada de posibilidades y sueños.
Sonríe limpiamente ante tanta inmensidad, que la reclama debido a la rebeldía innata, que a decir verdad, resulta más fornida y resistente que aquel poder establecido que a la larga resultará caduco y caerá vencido, o un sinfín de imposiciones o ataduras innecesarias.
Ella parece haber encontrado el edén que para otros, ¡ fieles del espasmo colectivo !, les aparece tan lejanamente apartado, al ser esclavos de unos intereses, o de la castración que otorga la propia incredulidad.
Tal edén resulta para muchos: un inmenso obelisco complicado de abarcar. Paraíso irreal e imposible utópico. Un objeto de difícil invención para sus mentes. Una vela de aniversario, que se apago sin antes pedirle un deseo o ni tan siquiera llegar a soplarla.
La adolescencia -quizás por disponer de excelente energía o tener presente a la magia blanca que la parió un día- nunca se queda estancada en ninguna certeza tan sólo tangible, pretende ante todo… descubrir y sentir lo tanto y mejor que puede abarcarse al disponer de una vida, degustar el placer dispuesto en cada uno de los respiros que le son concedidos.
– tras la maceración –
Hay adolescencias que perduran; se resisten a abandonar a esa madurez que se siente vigorosa y sabe que todavía le quedan muchas momentos nuevos por inhalar, demasiados tarros por destapar. A la misma que aún estrecha a la ilusión y a la esperanza como a inseparables compañeras, a cuáles jamás les dió destierro ni abandono cobardemente en ninguna batalla.
¿ Será que esa madurez es más joven de lo que creen los demás. Qué las arrugas no pesan tanto como algunos dicen, que suman hasta compensar las deficiencias y al añadir saberes multiplican la capacidad ?
¿Será que hay años que pasan y por ser cuidadosos no llegan a extraviar las valiosas perlas resguardadas por los sueños. Ni tampoco amainan ni un ápice las ansias de libertad ?
Existe una madurez que abraza todavía al verso niño, que tiene linda musa y bebe de las fuentes virginales, cuales cuándo remojan lo que tocan con su agua, esto queda impregnado de productividad. Existe una madurez repleta de exquisita adolescencia; que va mucho más allá de tabús inexplicables e incoherentes y de juicios en los que no cabe la ducha labor que ejercen las dudas y en los que acontecen los veredictos como absolutos.(Será que existe un Peter Pan que no requiere de psicoanálisis; ni de psiquiatras ni de psicólogos y es capaz de volar aún pisando con firmeza la tierra).
Verso niño aguarda el timbre; emplaza a la fe devota de amigos y opta por aprender mezclando juegos. Aborrece destruir el universo que se le ha dado, quiere y quiere procrear.
No se achica frente a códigos ni leyes absurdas, ni emblemas que agasajan doctrinas, ni tampoco teme al peso de los años, él cree en la eternidad.
Verso niño crece y crece, no se detiene, pero reniega de perder su fortaleza, el hechizo adolescente. Sus murallas son tan confortables que sobre ellas reposan millares de estrofas. Quiso pintar en ellas; cupidos desnudos, planetas orbitando y el arco iris dentro de un sinfín de corazones. A verso niño le sobran las puertas que quiebran la luz y traban la entrada, (él confía). Así mismo, no le presta importancia a la imagen o a los nombres, pues él aprendió a leer unos ojos, a escucharlos e interpretar.
«des de l’ull d’un castell (sta. Coloma de Farners)»
Amigo del hielo, de la lluvia, de la niebla, del rocío y de la escarcha; cómo no, amigo del agua… Sumo gotas y formas allí donde me encontrara.
Escucho igual a las campanas que a los tambores o a los cencerros, lo mismo oigo el aire cuándo pasa y sale desde dentro de trompetas o de flautas que a las cuerdas que saltan dando vías sonoras a una guitarra o a las que el cosmos insiste en hacer vibrar.
Amigo y compañero de los gallos y del alba, de los crepúsculos visionarios, del aroma y gusto amargo e intenso del café, adicto y amigo de las letras, de los buenos postres, de la energía que se adereza con algún pellizco de calma. Amigo de equivocarme con mis actos o con el habla, dañando o confundiendo, aún sin querer, a otros pasajeros que en este viaje también me acompañan. Amigo del trazo imperfecto que avisa al ser que le queda trabajo y que el esfuerzo reclama.
Enemigo del sofá y de la cama que lastraran inundándome de pereza, del tic-tac monótono que causa arrugas; del tono que envejece al contar las horas apoyándose en un reloj, de cretinos que creen que lo saben todo, de cotilleos que enferman familias y vecindarios, de utilizar el pensamiento cuándo danzo o de escupirle a quién me advirtiera o aconsejara.
Amigo y enemigo de todo lo que existe o está por descubrir; no abandono el entretenimiento; juego a tener supersticiones ancestrales para lograr saber donde está enraizado mi hombre, si el siglo veintiuno que piso me corresponde.
Diario digital que nace con la vocación de informar sobre Jaca, Jacetania, Alto Gállego y los valles de Tena y del Aragón, reflejando con fidelidad y objetividad todo lo que sucede e interesa a sus gentes. Editado por la periodista Rebeca Ruiz
Este blog es únicamente para mayores de edad. Relata la vida de sumisión de una chica que se adentra en el mundo del BDSM casi por casualidad, sin saber muy bien ni qué significan esas letras.